Haka en el Teatro Campoamor

La haka, danza guerrera cautivada para el deporte. Ayer se hizo presente en los premios Princesa de Asturias, en cuya modalidad de deportes fueron premiados los All Blacks, la tantas veces ganadora selección de rugby de Nueva Zelanda. Entre tanto personaje e institución de mérito como los que reciben estos premios, me sentí feliz de ver este pedazo tan noble del deporte. De un deporte, el rugby, que ha sabido conservar durante mucho más tiempo que otros los valores con los que en el XIX nació la actividad deportiva. Incluso ahora, ya inevitablemente profesionalizado, mantiene su distinción.

No vinieron todos, claro. Tenían partido. Pero sí una bonita representación entre la que estaba el menor de los Barrett, all black hijo de all black. A su padre, un mítico, alguien le preguntó con ocasión de su retirada, forzada por el tiempo, qué iba a hacer a partir de ese momento. “Ahora me dedicaré a criar nuevos all blacks”, contestó con segura sencillez. Y así ha sido. Tres de sus hijos juegan para ese equipo mítico. El viejo Barrett les transmitió la devoción mítica por un deporte que en aquella tierra antípoda es una forma de sentir la vida. Por eso, con menos de cinco millones de habitantes, pesan tanto en él.

Fue una ceremonia en la que se escucharon muchas palabras sabias. Sobre poesía, arte, humor, ciencia, concordia... Sobre política también, en un momento trascendente para este país. En otros lugares podrán encontrar desarrollo de ello, y lo recomiendo. Aquí cumple decir que los All Blacks también dejaron su mensaje. No con palabras, sino con su haka, la mejor expresión de los valores por los que se les otorgó el premio: integración racial y cultural, valores de unidad, amistad, solidaridad... Unos conceptos que estuvieron presentes en los principales discursos de la noche.