Lo de Undiano no es para tanto
Peinar canas sirve para pocas cosas, pero una de ellas es comprobar cómo la historia se repite mas que el ajo. Desde siempre clubes pequeños como el nuestro, el más modesto entre los históricos, han sido víctimas del agravio arbitral, ya sea en forma de designación —no en vano, el Espanyol es el club de Primera ante el que han debutado más árbitros en la categoría— o en forma de perjuicio sin reparación posterior ni repercusión mediática que se precie. El ninguneo ha sido costumbre. Solo hace falta recordar cómo nos cerraron Sarrià y enviaron a Sabadell por lanzar una mandarina al muslo del infame Brito Arceo en 1996 mientras que solo seis años más tarde, en 2002, nuestros vecinos cocinaron un cochinillo al whisky en pleno césped del Camp Nou para recibir a Figo sin que mediase sanción alguna. Sí, peinar canas también sirve para que ciertas cosas no caigan en el olvido.
Y al fin y al cabo, lo de Undiano del otro día ante el Levante no fue para tanto. No llega ni siquiera al penalti que le señalaron a Romaric en Málaga por recibir un balonazo en el ojo, las manos de Messi en el Tamudazo, ni las veces que en Mestalla han abolido el fuera de juego, por hablar únicamente de los greatest hits de la última década. Como en el tema de los horarios, la solución para que te ninguneen menos es convertirte en un club más grande. Pero qué difícil lo ponen, leñe.