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Leo vuelve a su hábitat natural

Todos los futbolistas, ya sean de élite, tercerolas, o aficionados domingueros... Todos, absolutamente todos, empezaron a jugar a esto para divertirse. Messi no es la excepción. Lo que pasa es que a medida que uno hace de su afición su vida llegan momentos de sufrimiento. Me cuentan desde Argentina que esta última semana Messi sufrió el fútbol. Tras empatar ante Perú en Buenos Aires y verse abocado a jugarse la clasificación mundialista a una carta en Ecuador, Leo se encerró en Ezeiza, apagó el teléfono, no salió ni en el día libre y se obsesionó con el siguiente partido. Puede que haya sido una de las escasísimas ocasionas en las que a Messi le dolió el fútbol. A Quito fue a cumplir una misión, cuando, para él, un partido siempre había sido sinónimo de diversión. Una vez cumplida la tarea, regresa el genio a su hábitat natural, ese en el que los partidos, se ganen o se pierdan, vuelven a ser divertidos y no una cuestión nacional.

Precisamente por eso, Messi regresa feliz. Llegará al Wanda para enfrentarse a uno de los mejores equipos de Europa con una paliza en las piernas, sin apenas entrenamiento, pero sonriendo. Y ya dijo Guardiola que si Messi está a gusto, todo es más fácil.