Del "CONCACAF ladrones" al gol fantasma de Panamá

En la Copa Oro de 2015, en una imagen que recorrió el mundo, los jugadores de Panamá posaron en el vestuario tras el partido de semifinales con una pancarta que rezaba: "CONCACAF ladrones". Los panameños acababan de ver cómo Mark Geiger, árbitro estadounidense, les dejaba sin el caramelo de la final al señalar dos discutibles penaltis a favor de México, el primero de ellos en el minuto 89 y cuando vencían 1-0. Todo el país de Panamá se sintió ultrajado. La prensa se movilizó para recolectar entre la población el dinero de una posible multa. Incluso una abogada, Edna Ramos, interpuso una querella a título personal ante la Fiscalía de Panamá por fraude contra la CONCACAF y contra el árbitro de aquel partido. El mundo del fútbol se puso del lado panameño. La injusticia era a todas luces tremenda.

Pues bien. Dos años han pasado desde entonces hasta lo sucedido anoche ante Costa Rica en el Rommel Fernández. Un gol fantasma que ni entró ni estuvo cerca de hacerlo ayudó a que los del Bolillo Gómez se clasificaran para el Mundial, en detrimento de EE UU. Un error mayúsculo, de mayor dimensión incluso que aquellos dos penaltis en contra en la Copa Oro y con consecuencias mucho más graves para el conjunto estadounidense, principal perjudicado en este caso. En Panamá la alegría es desbordante ante la primera clasificación de su historia. Es normal. Lo que queda más en tela de juicio es la honradez de los jugadores, la prensa y los abogados con ganas de protagonismo. Esta vez no hubo mensajes en forma de pancarta en el vestuario. Tampoco movilización de los medios para recaudar dinero. Ni mucho menos noticias de la tal Edna Ramos, imaginamos que demasiado preocupada de celebrar un éxito tan tremendo.

Debe servir esto como muestra de que el fútbol son aciertos y errores, son alegrías y tristezas. Pero lo fácil en caso de derrota es mirar hacia quien rige el fútbol y tirarle piedras. Lo hizo Panamá en su día y es posible que lo haga EE UU. Y así seguirá funcionando este circo en el que uno se olvida de que fue perjudicado en el momento en que es beneficiado. No hay ladrones ni campañas orquestadas. Hay árbitros que fallan y se equivocan. Es parte del fútbol, nos guste o no.