El mejor Madrid y el más coral
EI Madrid reservó su mejor partido frente al rival más exigente, el admirable Borussia Dortmund, un equipo sin complejos que se renueva en condiciones muy difíciles. No dispone del capital del Bayern Múnich, el club hegemónico en el mercado alemán, ni de los recursos para competir con los grandes equipos europeos. En los últimos años ha perdido a Lewandowski, Hummels, el prometedor Goetze de sus primeras temporadas, y Dembelé. No es fácil reponerse cada año de la sangría, pero el Borussia se distingue por sus convicciones: juega al ataque, juega sin freno, juega sin miedo y juega bajo el amparo de una de las hinchadas más leales del mundo. Para superar al Borussia se necesita personalidad, astucia, capacidad de sufrimiento y excelentes jugadores. El Madrid manifestó todas estas cualidades, y algunas más.
Una característica del Borussia es su determinación para exprimir cada minuto de los 90 del partido. Juega a todo trapo, sin pausa. El Madrid ha comprobado más de una vez lo que significa la menor concesión frente al equipo alemán, diseñado para aprovechar sus cualidades propias y las debilidades de los rivales. Si el Madrid no había ganado en Dortmund hasta ahora, no había sido por jugar mal. En muchos casos había sido igual o superior al Borussia, pero siempre había mostrado algún síntoma de debilidad: errores individuales, distracciones, fatiga, condescendencia. Esta vez, no.
El Madrid fue tan compacto, tan refractario al error, que fue difícil elegir a su mejor futbolista en Dortmund. Todos funcionaron en su mejor versión, desde el portero hasta Bale, que terminó acalambrado por el esfuerzo. Asumió el partido con la clase de dedicación que no le caracteriza. Marcó un gol sensacional y cruzó el perfecto pase que significó el segundo tanto del Madrid. El Madrid necesitaba que todos se implicaran en el partido porque el campazo del Dortmund así lo exige.
Es cierto que el Borussia concede espacio para correr y que su estructura defensiva no es la más fiable del mundo. Jurgen Klopp, técnico actual del Liverpool y leyenda borusser, definió una vez el estilo del equipo como puro rock&roll, con una veta de heavy metal, conviene añadir. Eso supone llevar a sus rivales por las cunetas. Es una propuesta muy dura de asumir para sus adversarios. El Madrid aceptó el desafío y ganó el partido con una enorme personalidad. Sufrió en varios momentos y estuvo a punto de conceder el empate a dos, pero siempre transmitió la sensación de gobierno.
Aunque Cristiano y Bale acreditaron su categoría de delanteros y Carvajal fue un titán en la banda derecha, los grandes duelos fueron resueltos por Varane y Sergio Ramos frente al temible Aubameyang, un delantero extraordinario, y por los cuatro centrocampistas, impecables durante todo el partido. Fue la superioridad de Modric, Isco, Kroos y Casemiro ante los tres mediocampistas del Borussia la que marcó la verdadera distancia en Dortmund.
Desde que Zidane incorporó al cuarto centrocampista, Isco casi siempre, el Madrid ha jugado con empaque y grandes resultados. No hay manera de considerar a Isco como un mediapunta, definición que le caracterizaba en el Málaga y en sus tres primeras temporadas en el conjunto blanco. Ahora es un centrocampista integral que utiliza sus habilidades en todas las zonas del campo. Es el socio perfecto en el campo para Modric y Kroos, dos fenómenos de características diferentes, pero complementarias.
Kroos ha logrado que el Real Madrid gire silenciosamente a su alrededor. No es rápido, no regatea, no cabecea, pero conoce el manual del fútbol desde la primera a la última letra. Siempre encuentra la solución adecuada al problema que se avecina. Modric añade el regate que le falta al alemán. Rompe líneas con tanta naturalidad que los rivales no le encuentran antídoto. En Dortmund ofreció una lección monumental –el pase a Cristiano en el tercer gol fue maravilloso– y abrió un interrogante difícil de responder: ¿dónde habita el sucesor del portentoso croata?