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Lo que la estadística escondía

En el pitido inicial, el único equipo imbatido de la Liga se proponía completar otro ejercicio de pragmatismo. Las estadísticas, los fríos números, encumbraban a este equipo de Ziganda hasta acunarlo en zona Champions. Pero no era oro todo lo que relucía. Al Athletic le sigue faltando mucho fútbol, como al final de la era Valverde. Ya no es cuestión de rotaciones, sino de que el balón circule de una vez por todas por el centro del campo, y no se limite a la inspiración del tridente. Faltó ayer mucha agresividad arriba y solo Williams volvió a relucir en un equipo muy plano y en un partido de bajas pulsaciones. En una circunstancia de tal calibre, el banquillo es fundamental para desatar furia y algo con pinta de gol. El rojiblanco no aportó nada potable y Rémy sí supo leer el encuentro. Ahí estuvo la clave.

La última media hora de los leones fue puro conformismo. El Athletic aburre, y eso es un problema. La igualdad solo podía deshacerse por una individualidad o una jugada de estrategia. Sabin sigue sin morder en el área y en el fútbol no sólo se gana por el orden defensivo. El Athletic repliega mucho mejor que el año pasado, rara vez le pillan en contras en superioridad, pero debe progresar en la asignatura de la circulación de la pelota. Iturraspe puede ayudar a esta tarea, aunque le falta camino. Nada que reprochar a Núñez y Laporte; infunden seguridad, ayer con el hueso Calleri dando trabajo. Ni Aduriz ni Vitolo, llamados a decidir el partido por su clase, fueron relevantes. Aritz vio tarjeta a los 20 segundos de salir y parece que eso le dejó tieso. A Vitolo solo se le vio cuando desfiló en el cambio. La estrella fue otro: Rémy, con su arrancada potente.

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