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El deseo del hombre serio

Entre las cosas que se han dicho del Barça estos días (se le ha reprochado hasta las manchas del escudo) ha llamado la atención el énfasis que se ha puesto en la seriedad de Leo Messi. Seriedad como síntoma de tristeza. Messi no ha sido, ni de niño, un ser alegre; la leyenda lo sitúa en los pupitres desasistido por la fortuna; se comunicaba con la maestra a través de una pequeña compañera. Y hasta ahora no ha cesado de tener portavoces familiares; hablar le cuesta, hasta cuando está contento, y a veces se comunica por fotos, ahora que Instagram ha venido en su auxilio.

Pero nunca ha sido un hombre alegre. Es un hombre perfectamente serio. También jugando al fútbol. Ayer por la tarde sonrió sólo cuando abrazó a Alcácer para celebrar su pase de gol. Para celebrar ese segundo gol cerró los puños, le dio un golpe al aire y luego se dirigió a su compañero de la delantera. Antes había marcado otro gol de rabia, o de deseo; deseaba rescatarse el ánimo después del penalti fallado. Su partido fue el de un hombre perfectamente serio que no dio ni un solo paso sin tener en cuenta las reglas de comportamiento de un futbolista de su categoría. Ahora no está de moda decirlo, pero el Barça hizo un partido hecho para honrar su juego. Iniesta fue esencial en esa seriedad con la que el equipo se rescató a sí mismo. Sin una frivolidad. Presionó hasta Messi. Y es que Messi es aquí la luz que va delante. Seriamente.