Para orientarse un poco

Cuando era obligatorio que la izquierda española se fuera a China, pues entonces si eras de veras comunista tenías que aprender de Mao, el poeta Blas de Otero, de los grandes, se desplazó allí. Y al volver escribió estos versos que parecen un haiku o, quizá, el principio de una samba: “Me fui a China a orientarme un poco”. Y allá se fue Paulinho, el brasileño que ha fichado el Barça, a orientarse un poco. Y vuelve a Occidente, desde aquel oriente remoto, a sustituir sangre brasileña en una alineación desorientada. Lo que le ha pasado al Barça no se arregla con la renovación sino por la psiquiatría. Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, dice el bolero; y eso se nota allá arriba: el domingo Luis Suárez no sabía a quien guiñarle el ojo, y abroncaba a Deulofeu, que no se parece al fugado ni en las botas.

Paulinho viene a ser el jugador brasileño que acelere la recuperación del diezmado Barcelona, más roto de lo que parece, y no sólo porque se haya ido Neymar. De pronto las bromas de Gerard Piqué ya no se soportan ni dentro del vestuario, los jugadores que parecían mantener el equilibrio (como Iniesta) piden por lo suyo, en el campo la tensión cobra enteros... En Canarias ayudan a soportar los dolores con fomentos de agua y sal, un rudimento. En estas circunstancias es lícito preguntarse si este Paulinho, que ojalá venga orientado, será algo más que un fomento de agua y sal en los achaques del equipo que esta noche saltará al campo antes de que vuelen los pañuelos blancos. Hacía tiempo que un Clásico no asomaba tan extraño como éste. Como desorientado.