Quini y aquella amarga primera final copera
Quini, siempre Quini. No puede ser de otra forma. Allá donde haya un repaso a los grandes momentos de la historia del Sporting, ahí tiene que estar por fuerza su futbolista más legendario y carismático. Y el recuerdo que el estadio Vicente Calderón ha dejado en Gijón y en el sportinguismo va ligado por obligación al popular ‘Brujo del gol’. Él se encargó de sellar las dos primeras de las cuatro victorias rojiblancas en el Manzanares y él fue quien protagonizó el duro golpe de ver al conjunto gijonés salir derrotado de su primera final de la Copa del Rey.
Si los sumamos todos, fueron cinco goles. Tres los consiguió de rojiblanco (o de blanco, para ser más exactos), porque de ese color vestía el Sporting cuando más problemas le causó al Atleti en el Calderón. Los otros dos fueron de azulgrana. Con la camiseta del Barça se convirtió Quini en el verdugo de su equipo del Alma en aquella calurosa tarde del jueves 18 de junio de 1981.
Cerca de 15.000 sportinguistas formaron la Mareona que inundó la capital de España para disfrutar de aquel momento histórico. El Sporting de Vicente Miera llegaba a su primera final de la Copa del Rey, con el estadio Vicente Calderón como escenario. Aquel equipo de los Maceda, Cundi, Ciriaco, Joaquín, Uría y Ferrero llegaba dispuesto a lograr su primer título. Pero en el campo y en la grada se palpó siempre al temor a la presencia de Quini en el otro lado del campo.
El Brujo tardó 45 minutos en marcar. Maceda empató poco tiempo después, pero Quini deshizo otra vez el empate y Esteban se encargó de rematar la victoria para el equipo de Helenio Herrera y de los Schuster, Alexanco o Simonsen. Amargo regreso a Gijón.
Pero el Manzanares se quedó en el recuerdo para siempre, en la memoria colectiva del sportinguismo. Como las cuatro victorias, la primera en noviembre del 72 (0-1) y la última, con el tanto de David Pirri, en Segunda, en febrero de 2002. Cuatro triunfos separados por 30 años.
Por el medio, otro hito, el gol de Luis Enrique que sirvió para acabar con el récord histórico de imbatibilidad de Abel Resino. El tanto, que de nada le sirvió al Sporting porque acabó perdiendo aquel partido (3-1), detuvo el reloj del portero colchonero en 1.275 minutos sin recibir un solo gol. El exentrenador del Barcelona tenía 20 años y en aquel equipo también destacaban Ablanedo, Abelardo, Jiménez, Joaquín y Manjarín.