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Barcelona, archivo de cortesía

Regreso de Barcelona, de nuestro acto central del cincuentenario de AS. Regreso de un encuentro feliz, del que ya tendrán noticia. Una reunión de la familia olímpica nacional, de todos los medallistas españoles (todos los que quisieron o pudieron acudir) en un festejo feliz. Y en Barcelona. ¿Por qué en Barcelona? Es obvio: porque allí fueron los JJ OO del 92, que cambiaron la noción del deporte que hasta entonces tenía España. Era el mejor punto para reunir a tantas generaciones de medallistas, desde los del 60, cuando en Roma todavía el hockey sobre hierba era nuestra gran baza, hasta los recientes Juegos de Río. Mucha buena gente.

Y en Barcelona, que es de lo que quiero hablar. A riesgo de meterme en camisa de once varas. Hay un punto de incomprensión en este asunto que no termina de parecerme artificial. Algo así como que en una y otra orilla haya más gente a la que le gustan más los problemas que las soluciones. Claro que hay desencuentros, pero estos se manejan mejor cuanto más interés haya en resolverlos, y menos profesionales del desencuentro alimentemos. Y de esos hay bastantes, a un lado y al otro del Ebro. Es fácil alentar el conflicto. Me sé los argumentos de ambas partes. Pero no vamos a separarnos, así que mejor buscar soluciones.

Me atrevo a escribir de esto por la experiencia de AS anteanoche. Fue un gran acto, que abrazó los 50 años de AS con los 25 de los JJ OO de Barcelona. Fue posible por el apoyo sin reservas de varios barceloneses hasta la médula: David Escudé, Samaranch, Beto Agustí, Xavier Mercé, Joan Gaspart... Con ellos y otros más hilamos este encuentro, que no pretendo proponer como solución de nada. Pero un periódico madrileño se sintió extremadamente cómodo en una fiesta organizada en homenaje de todo el deporte olímpico español... en el corazón de Barcelona. Ninguno de nosotros se sintió forastero. Lo consigno, por si sirve de algo.