Un ilicitano hecho para la historia

Saúl lleva camino de convertirse en un referente del Atlético. Con solo 22 años, ya nadie cuestiona su talento para seguir ganando protagonismo a las órdenes del Cholo Simeone. Alejado de la obsesión que otros tienen por los focos (más bien al contrario) continúa creciendo a pasos agigantados en Primera División, en Europa y en la selección española. Ya es uno más para Lopetegui, pero sin problemas para bajar a la Sub-21 y coger las maletas con destino a Polonia.

Su destello futbolístico procede de su talento, de su raza y de su compromiso. Características a las que dan más luz sus valores. Hace año y medio declaró en AS que “si el Atlético me da un contrato de por vida, lo firmo ya”. A la vista está que no eran palabras vacías. Poco antes había renovado hasta 2020. Después añadió un curso más. Y ahora, hasta 2026. El contrato del pequeño de los Ñíguez le vestirá de rojiblanco hasta los 31. Es el mejor futbolista nacido en Elche de todos los tiempos porque nadie llegó tan lejos, con permiso de Marcial, Asensi, Vavá, Lico o Bonet a los que la ciudad importó de fuera para convertirlos en verdaderos ilicitanos.

Saúl es un chico con muy buena cabeza, lejos de la locura de un joven a quien la fama, el dinero y las malas amistades podrían desviarle de su destino. Su sueño es jugar, jugar y seguir jugando, intentando que su meteórica progresión se tope por fin con esa Liga o esa Champions que se le resisten. Sigue disfrutando con los niños como un niño, a pleno sol, dos días después de aterrizar procedente del último Europeo Sub-21. Solo echa de menos esa paz para poder cenar con la familia sin llamar la atención de la mesa de al lado, aunque lo asume con esa sonrisa natural que le caracteriza y que reconoce que algo bueno, muy bueno, estará haciendo. Y siempre en el Atlético, claro.