El silencio no ayuda a Cristiano
Hay veces en que las cosas se tuercen cuando mejor van. Hace exactamente un mes, el Real Madrid levantaba el trofeo de la Champions al cielo de Cardiff. Era la Duodécima, ganada gracias a una plantilla inagotable y al veneno goleador de un futbolista reconvertido: Cristiano. El portugués se inventó una segunda piel, la de delantero centro, para compensar la pérdida de explosividad que siempre le caracterizó. Jugó mejor a medida que llegaban las curvas en la temporada, creció en el juego de compromiso y se hinchó a meter goles en el sprint de la Champions (cinco al Bayern en cuartos, tres al Atlético en semifinales, dos a la Juventus en la final), pero...
Pero las orejas de Hacienda asomaron tras el arbusto y lo que debía ser un verano feliz, con elogios y parabienes en cada esquina, se convirtió en un junio indigesto y un julio lleno de dudas. Se siente perseguido fiscalmente y no percibe el cariño de la afición. Son dos cosas que no van ligadas al balón, que nada tienen que ver con la continuidad de Zidane o el fichaje de estrellas como Mbappé. Cristiano debe declarar por su presunto delito contra Hacienda, pero lo que a él más le duele es que el aficionado blanco no le declare su amor mañana, tarde y noche. Aquí, como en los restaurantes o en las tiendas, “el cliente siempre tiene razón”. En este caso el club, la tenga o no. El silencio no ayuda y Cristiano debería hablar, aunque la mejor manera que ha tenido siempre de hablar ha sido a través de los goles.