Veinte días atrás compartimos una distendida charla con Jorge Garbajosa, un grande del baloncesto español, ahora dirigente. Garbajosa enumeraba los éxitos consecutivos de la Selección femenina: “Llevan cuatro años en el podio: oro europeo en 2013, plata mundial en 2014, bronce europeo en 2015, la plata olímpica de 2016”. Desde el domingo hay que añadir otro oro continental, el segundo del siglo, el tercero en su historia. La próxima campaña toca Copa del Mundo en España. Que no decaiga la fiesta. A Jorge se le llena la boca cuando habla de las chicas: “Son una pasada, un ejemplo de sencillez, de espíritu de equipo”. Una devoción parecida a la que muestra cuando alude a Juan Carlos Navarro: “El jugador con más talento que he conocido”. A mí Alba Torrens me recuerda a Navarro. Estas chicas son la Bomba.

La Selección de baloncesto sumó en Praga su duodécima medalla, con la peculiaridad de que once han sido en el presente Siglo XXI. Aquellas reinas de 1993, lideradas por Blanca Ares, abrieron una senda inexplorada. Hoy no se desvían de ella. Con naturalidad y paso firme. Las recientes tricampeonas de Europa son la imagen del floreciente deporte femenino español, que ha crecido en los últimos años hasta tomar las riendas en las últimas ediciones de los Juegos Olímpicos: tanto en Londres 2012 como en Río 2016, las mujeres se subieron al podio más veces que los hombres. Son Ruth Beitia, Mireia Belmonte, la sincronizada, la gimnasia rítmica, Maialen Chourraut, Lydia Valentín, Marina Alabau, Maider Unda, Eva Calvo, Brigitte Yagüe, las Guerreras de balonmano y waterpolo… Y tantísimas guerreras.