Dos macarras por Bakú
Me acordé de ti, colega. Al verlos. No lo mereces, pero me acordé de ti. Al instante. Sucedió antes de viajar a Bakú. No me había visto en otra. A gritos, en mitad de la calle. Acababa yo de aparcar el coche de mi mujer casi en la puerta de casa cuando apareció el personaje. No tendría más de veinte años, camiseta estampada, pelo corto, algún que otro tatuaje, gesto encolerizado… Se dejaba la garganta con medio cuerpo fuera en un desvencijado Volskwagen Polo blanco antiguo. "Te voy a quemar el coche cabrón, ¿qué te crees que la carretera es tuya? Casi me das, casi me das, espérate, espera, espera que te quemo el coche". Eso era lo más bonito que me decía el notas mientras conducía con una mano arriba y abajo de mi calle, con la otra me hacía gestos en su garganta. "Te voy a coger el Audi o el BMW o lo que sea eso que llevas y te lo quemo", seguía gritando. Hasta que desapareció. O eso espero. Y yo aún con la boca abierta y pensando en las horas que trabaja mi mujer para tener ese coche que el energúmeno pretende quemar, le vio bonito, no sabe ni la marca. Pero no le gustó. Y lo quería quemar. Aún no se por qué.
Y me acordé de este macarra nada mas ver la escena. Dos campeones. Dos genios de leyenda de este deporte inmenso llamado Fórmula 1 comportándose en medio de una carrera y después como dos macarras de barrio. Que si tu has frenado, que si tú me has dado, que si somos hombres, que si eres hombre te espero fuera. En la calle. Sin palabras. ¿De verdad esto ha pasado en la Fórmula 1? Miren tengo un respeto infinito por los pilotos, son los verdaderos protagonistas de esta historia, personas con un talento especial, valientes, inteligentes, tíos que se juegan la vida en la pista cada vez que se suben a un coche de carreras. Pero lo que hicieron Hamilton y Vettel en Bakú fue de auténticos macarras.
El inglés, como suele hacer, frenó más de lo habitual justo cuando se iba el coche de seguridad. Iba a poner nervioso a su rival. Licito, pero de ética y estética deplorable. Pero después el alemán pierde los papeles y se va a por él, no solo levanta la mano como un taxista de los de antes, de los malos, no de los buenos, sino que le choca como si estuviera en los autos locos. Cruce de acusaciones por radio. Lo normal. Pero después de la carrera… Increíble. Ninguno admite nada, ninguno se arrepiente de nada. Y Hamilton, ya vestido de líder de banda de Harlem, le dice que si es hombre que se lo diga fuera del coche. O así. ¿Disculpen? Se puede comprender la presión, el momento, la llama… pero estas leyendas deben mantener un comportamiento ejemplar, porque son ídolos de mucha gente, sobre todo niños. Harían bien en reflexionar, aparecer en Austria dándose la mano, pedirse perdón el uno al otro y a pelear a la pista. Como saben. Como nos gusta. Como les gusta. Lo demás son macarras de barrio citándose en Bakú. Así no amigos. Y es que así no son en realidad. No me imagino yo a Hamilton o Vettel con un coche abollado insultando a un tipo de gafitas por la calle. Ah, por cierto, si me ven al del Polo avisen, hay unos señores de azul que le quieren ver. La denuncia está hecha. Saludos desde Estambul. Ya vuelvo a casa. Espero tener el coche ileso.