El más fuerte del Giro es Landa
Mikel Landa ya había sido una vez tercero, dos veces segundo… Y este viernes, por fin, primero. Al vasco le habíamos visto errar en el remate, en esas dos llegadas con Vincenzo Nibali y Van Garderen. Como nos decía ayer Santi Blanco, seguramente le había podido la ansiedad por vencer, el exceso de ganas. Esa carga de responsabilidad por enmendar un Giro de Italia que se torció por una caída, por una maldita moto de policía mal situada en un arcén. Sin ese accidente, Landa estaría peleando ahora por el podio, incluso por la maglia rosa. Pero ya no hay remedio para eso. El alavés se ha buscado nuevas motivaciones: el Premio de la Montaña, los triunfos de etapa… Este viernes cambió de estrategia. Como se sabe el más fuerte, porque las fugas no deberían ser su sitio, sino el grupo de los gallos, decidió actuar con frialdad en la última subida y marcharse en solitario. Por fin salió bien. En la meta de Piancavallo le hemos visto llorar. Ya se merecía triunfar.
Por detrás se jugaba otra partida. Tom Dumoulin sufrió en la última ascensión, pero los demás tampoco iban sobrados. Sólo así se entiende que no hayan aprovechado su crisis para eliminarle de la pelea rosa. El neerlandés ha aprendido muchas cosas en los últimos tiempos, por eso no se cebó con sus rivales. Subió a su ritmo, reguló las fuerzas y no le salió tan mal. Nairo Quintana sólo le aventaja en 38 segundos, lo que obliga al colombiano a remacharle en la etapa de este sábado. Si no lo consigue, a Dumoulin todavía le resta la contrarreloj del domingo. Ahí es el amo. Antes de la subida también estuvo contra las ruedas, cuando sus contrarios aprovecharon un despiste de novato para romper la carrera en pedazos, como ocurriera el año pasado en la jornada de Sabiñánigo de la Vuelta a España. El día anterior, enfadado, Tom había manifestado su deseo de que Nairo y Nibali no se auparan al podio de Milán. Ante una rajada así, sus rivales, más experimentados, optaron por hablar sobre la carretera.