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Una final histórica

La final de la Copa de 1980 es un momento histórico en la historia del Real Madrid. Es un hecho insólito y que nunca más se volverá a repetir como es que se enfrenten en una final de una competición española el padre y el hijo de un equipo, en este caso el Madrid. Fue un éxito, además, del club. Un motivo más para presumir. El Castilla de aquella final era un grupo de jugadores extraordinario. Por entonces casi llenaba el Bernabéu cuando jugaba en casa, mientras que la afición era más remisa con nosotros. Tenía buenas individualidades como Gallego, Balín, Paco, Cidón, Pineda... algunos de esos luego engrosarían la primera plantilla. Otros se quedarían en el camino, como suele pasar en la mayoría de los casos, pero sí fue una plantilla que cumplió perfectamente con el papel que se le suele exigir a un filial, que es el de ayudar al primer equipo.

Por llegar a la final y el Madrid ganar la Liga tuvo el premio de jugar la Recopa la temporada siguiente. Si no recuerdo mal les tocó el West Ham londinense y tuvieron que jugar la vuelta a puerta cerrada. Habían ganado en Madrid, pero fueron eliminados allí. Ese es otro motivo más para recordarles con cariño: que un filial juegue una competición europea demuestra el nivel y la calidad que poseían. También me acuerdo de Juanjo, su entrenador, que nos dejó a la mitad de su carrera. Era un técnico discreto, silencioso, pero que supo explotar todas las cualidades de ese grupo.