Serra y una mala mezcla: el mito con la desesperación

Para ilusionar al beticismo apenas hace falta un córner a pierna cambiada, el 1-4 con media hora por delante para remontar, incluso ese solitario rayo de sol sobre Heliópolis que esperanzaba a la gente durante tantas tardes de fútbol gris, embarrado. Lorenzo Serra Ferrer significa mucho más que todo eso: su llegada cae en el corazón de muchos béticos desconsolados como un gol del triunfo en el descuento. Como la promesa de aquellos mejores días de juego y victorias que han visto a su equipo disfrutar. Y durante dos etapas diferentes, además. 

Serra y su bigote, orden en el vestuario y también (mucho) sobre el césped. Serra y su capacidad para hacer buenos a los futbolistas que se fichaban como obreros y estrellas a los que sólo parecían buenos; para convertir en oro la combinación de los Jarni, Finidi, Alfonso, Joaquín, Edu, Oliveira... Serra y esa mano izquierda-derecha capaz de sacarle lo mejor hasta al peor Lopera salvo en los últimos momentos, cuando era un o tú o yo, y el Betis bien que acabó por pagar la Pimpinela cayendo en los oscuros tiempos actuales: una larga década de mediocridad verdiblanca que comenzó a vislumbrarse cuando el balear permanecía aún el banquillo.

Serra como leyenda bética resulta incuestionable. Las incógnitas aparecen cuando se examina el sospechoso contexto de su regreso. Ojalá no le ocurra a Lorenzo lo que a Gordillo le sigue pasando con demasiados béticos, víctima Rafael de su propio carisma sin tener (casi nunca) culpa de ese caos perpetrado en los despachos de Bosch, Guillén, Platas... y, ahora mismo, Haro y Catalán. El dúo que hace justo un año negaba el fichaje del extécnico mallorquín "porque no quería mirar al pasado", pero que ahora se entrega a su vuelta entre vítores de "vicepresidente deportivo", como mejor y más grande parapeto contra la bronca que le esperaba este domingo en el Villamarín. Y también como gran baza electoral para la otra prueba gorda del verano: una Junta (veremos ya incluso si se celebra) Extraordinaria de Accionistas.

Serra sí; como escudo, nunca. Porque los buenos clubes, los bien dirigidos, rescatan y saben rescatar a sus mitos del pasado durante tiempos de bonanza, no de necesidad. Contradicciones del alma, la desesperación siempre devora antes al héroe de gran recuerdo que a los molestos desconocidos, aquellos que con tretas nos despistan hasta que dejamos marchitar lo que de verdad importa.