Real Betis, ese Club de Negocios
Existen excusas para lo que usted quiera. Como la de aquel tipo que llegó a su casa apestando a perfume, con el cuello repleto de carmín y la nariz tiznada de blanco. "No te lo vas a creer, Mari: me he peleado con un payaso", le dijo a su mujer. Puede que Mari se lo creyera y no por tonta, sino porque a nadie le gusta que le digan que su marido es un mujeriego ni que su hijo es feo, o vago, o poco listo. Quizá algunos béticos, les comprendo, están también hartos de que los periodistas independientes les cuenten la verdad: que su club, grande como pocos en lo social, es un absoluto desastre y anda dirigido al manotazo en lo deportivo.
Otros 'béticos', simplemente, se ven obligados a justificar la mamela. Pasa uno por delante de la Puerta de Cristales del Benito Villamarín y cada día aparece más gente que trabaja y/o depende del Betis, que no hay semana en la que no se ponga una tienda, se firme un contratito o se monte un equipo de lo que sea. 'Club de Negocios', lo llamaron pregonándolo, sin esconderse, y en eso se acabará quedando porque de fútbol anda cortito y porque por el mismo camino (o peor) están llevando a otros deportes aledaños, como el baloncesto.
Ahí que pillaron a ese antiguo Caja que hoy cumple 30 años, lo nombraron Real Betis, lo patrocinó una de las empresas del presidente Ángel Haro (Energía Plus), lo vistieron de verdiblanco y ahora, cuando sólo un milagro o los despachos pueden evitar su descenso a la LEB, la excusa de los trinconetti (otra más) es que "el Betis no lo estaba gestionando". Ole ahí. Resulta que yo adopto un niño, le pongo mi nombre y mi apellido, le visto con mi ropa... Y lo mando de vuelta a su antigua casa a que pase hambre y enfermedades. ¡Tesquieiyá! Prefiero el payaso.