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Tercer tiempo

Momento decisivo

El Barça ha pasado el mes más terrible de su vida; el alivio de anoche lo sitúa en el ámbito de la esperanza. No importa tanto el resultado, en este caso, sino la batalla por jugar un partido digno ante un rival tan decisivo para el ánimo azulgrana. Como aficionado que soy declaro que fue la primera vez que me tomé una tila. El aficionado al Barça toma tila. El equipo tomó cafeína.

Competir

Es una suerte para LaLiga que aquí no haya acabado el campeonato. Es mérito de once o doce futbolistas a los que se les daba por muertos. Enfrente, el Madrid, tan poderoso como para poder superar la ausencia de Sergio Ramos. Un partido así justifica un campeonato, pero sobre todo justifica el fútbol más allá de las circunstancias. Fue un partido de fútbol total; lo demás es paisaje… arbitral.

Un Clásico de 90’

Me parece una falta de respeto a Cervantes y a sus colegas que se llame Clásico a un partido que dura algo más de noventa minutos. Clásico se llega a ser cuando han pasado años de estudio y la solidez es la marca del resultado. Un partido de fútbol no puede ser jamás clásico, porque es una improvisación, afortunada o no. Que este haya sido marcado por una cuestión arbitral le da pobreza a su escritura.

La diana del árbitro

El caso Neymar tiñó el último Clásico de Luis Enrique. Es una lástima que los partidos los marquen tanto la torpeza de los clubes y la presencia de los jueces en el fútbol. En las retransmisiones y en las tertulias del fútbol la discusión sobre lo que hace el referí parecen nutrirse de los fallos arbitrales. Triste destino del fútbol si no se habla del juego. Como si de la literatura se hablara por el tipo de letra.

Tiempo de cuentas

Resuelto el Clásico, LaLiga entra ahora en tiempo de descuento. Ahora vive el Cholo el remate de su obra: de la duda a la excelencia. El Sevilla ha sacado también la cabeza, después de su colección reciente de torpezas. Al final de la tabla el Sporting sufre pero resiste, y al Granada no le sirve ni la Alhambra, a cuya sombra le entregó a Míchel la ciudad. Boabdil sigue llorando.

Síntoma Griezmann

Ríe, bromea, se toma en serio sólo una cosa: el camino del gol. El bigotito ese que parece una ceja lo convierte en un adulto; pero tiene el aroma de un muchacho que estuviera aún probándose las botas. Los futbolistas son peores cuando no se ríen, aunque marquen miles de goles. Griezmann los marca y celebra alegre sus triunfos. No se sabe qué pasará en verano, pero ahora es el mejor atlético.

El mes cruel

Sampaoli y el Sevilla: prometieron tanto y ahora son tan poco. El buen entrenador correcaminos corrió por el alambre al tiempo que el equipo se diluía. Que se vaya Sampaoli pone de manifiesto la volatilidad provisional de las pasiones en el fútbol: pareció que era del Sevilla para siempre, por su pasión. Y se va. La metáfora de las despedidas persigue al fútbol desde antes de que hubiera en él tanto dinero.

El primer hombre

El último libro de Albert Camus fue sobre los primeros años de su vida. Ahí aparece como portero del fútbol humilde. De eso hablé en Málaga, con Fernando Aramburu, el autor de ‘Patria’. Es de la Real. Cuando iba de niño con su padre al fútbol hacía como Ondarra, pintor, cuando iba con su padre a ver al Athletic. ¿Perdían? Volvían tristes. ¿Ganaban? Una sonrisa bastaba. Así debe ser el fútbol: menos aspaviento.