Goles sin disculpa

Casi prefiero los dorsales ajenos a la tradición del endecasílabo, las camisetas con las que nos castiga el merchandising, las rotaciones de Luis Enrique o los fichajes de Robert Fernández (bueno, esto último no) que esa moda de pedir disculpas cuando marcas un gol a tu ex, como si estuvieras en proceso de divorcio. ¿Pero de dónde ha salido semejante herejía? Supongo que a sus practicantes no se lo habrán enseñado en el patio del colegio. En el mío, antes que la tabla del siete, aprendías que no hay mayor placer que el de golpear el balón y ver cómo supera la línea imaginaria trazada entre dos carteras colocadas en un descampado a la salida de clase.

Por desgracia no pude comprobar si esa sensación orgásmica se mantiene también como profesional o si la testosterona se atrofia con los contratos millonarios, aunque viéndolos por la tele pegar botes y gritar de forma salvaje me da la impresión de que esos no son orgasmos fingidos.

Dicen que tras marcar Sandro con el Málaga el primer gol al Barça, Luis Suárez y algún otro le recriminó su celebración poco respetuosa con su exequipo. No me pareció que fuese así, y motivos tenía Sandro, que si tanto le apreciaban, cómo es que le dejaron salir gratis, sin ni siquiera una mísera cláusula del miedo ni nada, que eso es peor que si tu ex se queda con el piso, el coche y el perro y encima te exigen que firmes debajo del sello del juzgado y sin mostrar aspavientos.

Mejor harían los jugadores del Barça en decirle a Luis Enrique que deje las hojas de cálculo excel de las rotaciones para el Gamper, que ahora se están jugando el liderato y la Liga. Ya pasó en A Coruña, en Vigo, y en otras plazas. Eso aún puede tener arreglo. Lo de los fichajes del director deportivo es de más difícil solución.

Con sólo 11 jugadores es posible ganar una Champions, pero no una Liga. El Madrid la va a conquistar este año porque puede cambiar sus piezas sin que desmerezca la versión titular. Si es su tridente lo que retoca Zidane incluso lo mejora, y con dos jugadores criados en la casa, eso a lo que en tiempos de Cruyff, Pep y Laporta se dedicaba la Masia.

No es descartable que en todo eso pensase Sandro mientras golpeaba la pelota en La Rosaleda, justo antes de que algún ex le exigiese arrepentimiento y él asumiese su culpa. ‘Pues no haberla metido’, le habría dicho mi chica, que es lo que me dijo a mí cuando me enteré que estaba embarazada por tercera vez, antes de ponerme de rodillas, juntar las palmas y pedir perdón a la grada