Poyet, técnico non grato para la afición del Betis
Días casi horas después de ser destituido en el Betis, Gustavo Poyet encontraba de nuevo trabajo en el Shanghai Shenhua de la (económicamente) poderosa Liga china. Entre otros cracks con sueldos de oro se puso a sus órdenes Carlos Tévez, el futbolista mejor pagado del Mundo. Nada más empezar la temporada el Shenhua fracasaba en su intento de alcanzar la liguilla de Champions asiática, eliminado por el Brisbane Roar de Australia, y en el torneo local ocupa ahora mismo la séptima posición de 16 equipos. Poyet gana poco en China como muy poco ganaba en Inglaterra, donde su Sunderland apenas coleccionó un 31 por ciento de victorias. Menos de un tercio de lo que jugaba.
Gana menos incluso que Víctor Sánchez del Amo. Poyet salió (escopetado) de Heliópolis con tres victorias, dos empates, seis derrotas y la consideración de 'entrenador non grato' para una inmensa mayoría de aficionados verdiblancos a los que lo que menos importó fueron los malos resultados o el pésimo fútbol que el equipo ofrecía con el uruguayo en el banquillo. Dolieron más las constantes faltas de respeto que con un aire paternal, casi chulesco, dedicaba a la grada desde la segunda jornada cuando empató en casa ante el Depor: "No entiendo los pitos del público", soltó aquel día en sala de Prensa. Entonces se malentendió como un calentón y no, no lo era. Fue la tónica, la sigue siendo en entrevistas como la que le ha hecho Guillem Balagué desde la distancia. "En los 90 la afición bética era una hermosura y ahora, algo totalmente diferente", declaró estando también a más de 10.000 kilómetros. ¿Qué querías decir con "algo totalmente diferente a la hermosura", Poyet?
Porque sí: los entrenadores son los que con mayor asiduidad y dureza sufren la falta de memoria del fútbol, quizá se hayan ganado el derecho a excusar sus fracasos. Para volver a encontrar trabajo los hay que culpan a la suerte y/o al césped y/o los árbitros y/o a los directivos y/o a sus futbolistas pero... ¿al público? ¿A un público como el del Betis, al que si algo se puede reprobar es un exceso de fidelidad, de ganas de ser feliz, de una surrealista insistencia en el ánimo? No, Gustavo, no. Del Betis no te echaron los pitos del que llaman respetable porque hay que respetar, ni ninguna guerra intestina. Que la hay, pero en la que a ti te explicaron mal quiénes son los buenos, los malos y los peores.
Te echó tu incapacidad para crear un equipo reconocible y decente, te echaron decisiones como mandar al ostracismo a Dani Ceballos o dejar en el banquillo a Rubén Castro, que en su momento parecieron incomprensibles y con la perspectiva del tiempo se ven como auténticamente diabólicas. Te echaste tú y esa versión conspiranoica que la gente más dañina dentro del club te inculcó para que te sirviera de parapeto, como les sigue sirviendo a ellos mientras consigan ponerla en tu boca o en la Ángel Haro, que para defenderte atribuyó los pitos de aquel día del Depor a "una campaña orquestada" por la Prensa. No muchas semanas después Haro tomaría la mejor, quizá su única buena decisión deportiva como presidente del Betis: destituirte.