Javier Martín del Barrio

Un berrinche guerrillero

El golpe sonó en todo Butarque. Retumbó como un trueno. La brecha no fue física. Fue mental. Se produjo en todas y cada una de las mentes de los futbolistas del Lega, pero su eco se expandió por las gradas como una epidemia psíquica. Catacrack.

El primer gol de James acababa de besar suavemente las redes, pero se eyectó como un gancho de izquierda al mentón del ánimo pepinero. Había comenzado la tormenta perfecta y el Lega andaba KO. Cinco minutos de vendaval galáctico mandaron al equipo a la lona: 0-3. Y con cada gol, el mismo tronar. Catacrack.

Perder entraba en los planes pepineros. Pero como dice Luis Ángel Duque, el primer entrenador que puso al Lega en el mapa, una cosa es ser del Lega, y otra es ser tonto. Las formas anoche importaban. Y sin saber cómo, los de Garitano las habían extraviado. La herencia del partido olía a tufo de desánimo. Inyección pesimista antes de hacer las maletas para Pamplona.

Afortunadamente Butarque guarda algo de esencia proletaria. De inconformismo tenaz cuando la vida abofetea con fuerza. En un berrinche guerrillero (y a lomos de un jamelgo llamado Diego Rico) Gabriel y Luciano asustaron a la fiera y recompusieron las formas. Butarque volvió a tronar. De felicidad. El autogol de Mantovani desinfló la gesta, pero no vació el depósito del orgullo. Queda gasolina moral para continuar conduciendo rumbo a la permanencia.