ACB: sin descensos no hay emoción ni justicia
En la temporada 2007-08 se vivió uno de los finales más emocionantes de los últimos años en la Liga ACB. No fue en la lucha por el título, sino por evitar el descenso. Estaba implicado un histórico, el Estudiantes, lo que incluso provocó la mediación de la entonces presidenta autonómica Esperanza Aguirre para que se televisara su partido en Telemadrid. Hubo otros hechos excepcionales en esos días, como el fichaje de Pops Mensah-Bonsu por el Granada para un solo encuentro. Ambos equipos se salvaron en una jornada vibrante. Luego el Estu volvió a verse en esa tesitura dos veces, en 2012 y 2016, y tampoco bajó a la LEB Oro, pero en estos casos ya no hubo milagro en las canchas, sino en los despachos. Los altos requisitos que exige la ACB impidieron los ascensos. Y sin ascensos, no hay descensos.
A muchos nos puede parecer maravilloso que el Estudiantes haya continuado en la élite, porque es un clásico con una base social ejemplar. Nadie quiere su mal. Pero lo justo hubiera sido que descendiera. Igual que el Fuenlabrada o el Manresa en su momento. Y era lo justo porque enfrente había otros que se habían ganado su plaza en la cancha. Otras ciudades y otras aficiones que también tienen sus corazoncitos. Los últimos fueron el Melilla y el Palencia. Y durante los tres años anteriores, el Burgos, que ya cansado decidió seguir su lucha por otras vías. Ahora la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia comienza a darle la razón. También el ministro Íñigo Méndez de Vigo (número uno al Congreso por Palencia, por cierto) se ha marcado como reto arreglar el baloncesto español. Es de justicia.