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Alonso y Sainz conviven con la frustración

No se veía a Hamilton demasiado agobiado en el podio de Melbourne. Vettel le acababa de arrebatar la victoria en el GP de Australia por un error estratégico de Mercedes, pero el británico parecía pensar ‘tranquilos, que ha sido sólo un tropiezo, tengo un cochazo’. Y seguramente es así, aunque también debemos darle la trascendencia justa a la confirmación de que, en efecto, en Ferrari han hecho este año (el del 70 aniversario de su fundación) un gran monoplaza y van a crear más complicaciones a los dominadores de los últimos tiempos. Más allá del desenlace en la lucha por el podio (muy solvente Bottas, por cierto), de esta primera cita de la temporada me quedaría con la frustración evidente que sufren tanto Alonso, en mayor medida, como Sainz.

Es lo que tienen los deportes del motor, que el éxito no sólo depende del talento del deportista sino además de otros muchos factores. Lo sabemos bien, lo que no impide que sea duro constatarlo tan a menudo, sobre todo cuando los afectados son los nuestros. Alonso ha dejado muy claro que el balón está en el tejado de su escudería, que él más no puede hacer en lo que, de forma contundente, ha calificado como la mejor carrera de su vida para ni siquiera acabar. Su decepción va a más día a día, así que veremos cuál es el desenlace de este conflicto. En cuanto a Sainz, su crecimiento personal y como piloto es mucho más rápido que el de su monoplaza y su equipo. No hay lugar para la discusión: Toro Rosso se le ha quedado pequeño al madrileño. Así que su desafío en 2017 debe ser hacer una temporada brillante para concretar una alternativa de cara al próximo Mundial que necesita tanto como merece.