Karim y ‘Case’, tópicos inversos

El Madrid pasó página en San Mamés a un partido que se antojaba crucial en la recta decisiva de la Liga. Salió de Bilbao con una victoria sufrida, como era habitual en el viejo San Mamés y parece que en el nuevo. El Athletic le exigió atención y energía durante todo el encuentro, que fue más interesante por el vigor que por la calidad estética. Se vieron detalles magníficos, pero el duelo invitó al esfuerzo, a la fricción y al desgaste. Desde esa perspectiva, el partido tuvo el aire clásico que tanto se aprecia en San Mamés. Desde el estricto rendimiento, el Madrid destacó por su solidaridad, coronada por la soberbia actuación de Benzema y Casemiro.

Son dos jugadores sobre los que pesa un tópico inverso. A Benzema se le reconoce su clase y se le suele reprochar su actitud. Unos le consideran frío. Otros, indolente. Lleva esas etiquetas desde que llegó al Madrid, y no hay manera de disuadir a sus críticos, que siempre han preferido al delantero alternativo: Higuaín y Morata, fundamentalmente. Mourinho hizo todo por desprestigiarle cuando le calificó de gato en un mundo de sabuesos y ordenó el fichaje de Adebayor, que no fue gato, ni sabueso, ni ná.

Desde entonces, Benzema ha sido un jugador importantísimo en el Madrid, pero incapaz de despejar los prejuicios que le acompañan. Sus goles, que han sido muchos, suelen pasar inadvertidos, al contrario que sus peleadas rachas con el gol, publicitadas inmediatamente. Benzema no logra escapar a su molesto destino. Sus mejores actuaciones, y esta temporada ha bordado algunas, apenas le conceden crédito. Vuelve a la condición de sospechoso inmediatamente.

Exhibición. El francés ofreció un recital grandioso en la primera parte. Fue el mejor centrocampista, el mejor delantero, el mejor extremo y uno de los más abnegados en el esfuerzo. No era un partido cualquiera. El Athletic presionó, insistió y exigió la respuesta del Madrid, que estuvo a la altura de la ocasión. En San Mamés no se distrajo, como le ocurre tantas veces. No hizo, ni mucho menos, el partido del siglo, pero reaccionó con orgullo y poderío a sus tambaleantes primeros minutos. El principal factor de la reacción fue Benzema, indetectable para la defensa del Athletic, con el valor añadido del verdadero coraje, el que se demuestra con jugadas de categoría y no poniendo cara de velocidad.

Si el delantero francés difícilmente evitará el topicazo de pecho frío, sobre Casemiro pesa la etiqueta de tronco con gran importancia defensiva. La segunda consideración es cierta. Casemiro es el dignísimo sucesor de genios defensivos como Mauro Silva. El centrocampista brasileño recogió en la segunda parte el testigo de Benzema y se convirtió en un jugador ubicuo. Estuvo en todas partes y a todas llegó puntual, a su debido tiempo. Ganó todas las batallas en las que participó. Ayudó a todos los jugadores del Real Madrid que atravesaron por malos momentos, aunque eso significara acudir al costado izquierdo para sofocar los incendios de Williams que Marcelo y Bale no lograban apagar.

Se sintió tan feliz en el combate que su importancia creció minuto a minuto. Por si acaso, marcó el gol de la victoria, una de esas pocas veces que la justicia reconoce instantáneamente al mejor jugador del partido. Su partido fue un monumento a la generosidad, el despliegue y la inteligencia, pero esas cosas se dan por hechas en Casemiro. Por desgracia, no le sirve para desacreditar a los que le minusvaloran. Se equivocan. Casemiro no es Kroos, ni Modric (casi nadie es Kroos o Modric), pero rara vez pierde la pelota, es sencillo y eficaz en el pase, desplaza en largo de maravilla y no complica la vida a nadie. Todo eso y algo más. Casemiro es un estudioso del juego. Aprende muy rápido.