Francesc Via

Las armas del armero

Hubo un tiempo en que Ipurua era un templo emblemático de la Segunda División, como en su día lo fueron Las Gaunas, Castalia o Pasarón. Futbol norteño de fuerza, niebla y fango de sempiternos empates a cero. Ahora, el remozado estadio del Eibar vendría a ser, comparación odiosa mediante, una especie de Craven Cottage en versión vascuence. Todo ha cambiado: ya no hay fango en ningún campo de España y a este Eibar no le hace ascos a tocar la pelota. Pero en Segunda o en Primera, por mucho que pasen los años, la divisa siempre es la misma: hay que sudar cada balón como si fuera el último. No hay guapo que baje al Eibar del tren de Primera, al que se subieron in extremis, después de que los hubiese descendido injustamente un empate sospechoso del Deportivo en el Camp Nou. Ya se sabe que en ese estadio suceden siempre cosas mágicas e inesperadas. En Ipurua, no. Allí la táctica es innegociable: hay que pelear cada palmo de césped. En casa del armero, hay que pegar el palo. O te lo pegan a ti.

Hay que entender bien este partido y cuáles son las armas del rival. Presión y posesión, velocidad en las bandas y sobre todo la fe de un estadio que aún no se cree que juega ante los grandes y por eso mismo vive los partidos como una fiesta. Europa e Ipurua tienen casi las mismas letras. ¡A las armas, Espanyol!