El enigmático emperador
Piet Keizer era el último de la poética alineación del Ajax, porque aquél siempre será un equipo sin fecha. Todas las demás ediciones, la buena de los años 80, y la espléndida de los 90, hay que explicarlas con números. Al Ajax, no. En todo caso una generación le conoció como el equipo de Cruyff, pero sin olvidar aquellos apellidos rotundos, monosilábicos la mayoría: Stuy, Krool, Haan, Rep, Swart y Cruyff. También sonaban de maravilla los otros holandeses: Suurbier, Hulshof, Neeskens, Mühren y Keizer (Emperador, en castellano). El apellido largo correspondía a Blakenburg, el alemán. Recitábamos la alineación de memoria, como tiene que ser en el fútbol, y la cerrábamos con el extremo izquierda, el fenomenal Keizer, fallecido este fin de semana, apenas un año después que Cruyff.
Poco antes de morir, Cruyff dio su alineación histórica. También la cerraba Keizer, su enigmático compañero en el Ajax, un jugador que no concedía entrevistas y que participaba con Cruyff del ferviente ideario que hizo de Holanda una potencia inesperada del fútbol. De hecho, llegó antes que Cruyff al primer equipo. Fue el primer profesional del Ajax y del fútbol holandés. Cruyff, el segundo.
Tres años mayor que Cruyff, Keizer (1943-2017) tenía un físico desconcertante. En contra de los datos que circulan por internet, estaba en el 1,80, altura más que respetable para un extremo de aquella época. Su corpachón invitaba a la rigidez, desmentida en el campo por una creatividad que no envidiaba a la de Cruyff. Era un zurdo con todo el catálogo de astucias. Poderoso o sutil cuando quería. Extremo a la antigua o intuitivo delantero. Regateador de alta escuela o filtrador de pases. Y extraordinario chutador de faltas, además.
No había noticias del fútbol holandés en los primeros años de la década de los 60, salvo un par o tres de jugadores que se habían impuesto a la falta de tradición y al obligatorio amateurismo. El mejor fue el fabuloso Faas Wilkes, delanteros de tremenda habilidad y elegancia, ídolo de Cruyff y de Keizer. Europa no sabía que se estaba preparando una de las mayores revoluciones en la historia del fútbol. Un grupo de chavales de los suburbios más pobres de Amsterdam se habían decidido a terminar con las convenciones de aquella época.
Keizer precedió a Cruyff en el Ajax. Luego formaron una de las mejores sociedades que se han visto en el fútbol. De alguna manera representaban el modelo Federer-Nadal. Cruyff era aéreo. Keizer jugaba en el suelo. Uno daba la impresión de ligereza y facilidad. Keizer tenía un aire más pesado, pero como Nadal era un jugador de soluciones casi imposibles.
Una generación de jóvenes españoles, los primeros que pudieron disfrutar de la magia de la televisión, pudo disfrutar de unos pocos partidos de aquellos genios. La conexión sentimental con el Ajax comenzó allí, en aquellos duelos maravillosos con el Benfica en 1969 y en las constantes victorias sobre el Bayern. Y por supuesto, con las tres victorias sucesivas en la Copa de Europa.
Había algo fascinante en el equipo que definió mejor que nunca la era pop. Jugaban como los dioses y todos tenían algo diferente. Keizer fue durante cinco o seis años el mejor extremo izquierdo del mundo. Cruyff, que nunca fue el más condescendiente de los críticos futbolísticos, le tenía por un genio, como a Wim Van Hanegem, el gran interior izquierdo del Feyenoord. De las opiniones de Keizer se sabía menos. Detestaba a los periodistas y no concedía entrevistas. Se sabía que no tenía la mejor opinión de Rinus Michels, uno de sus entrenadores en el Ajax, y que su prestigio entre los jugadores significó el final de la carrera de Cruyff en el Ajax. La plantilla eligió capitán a Keizer en 1972, uno de los detonantes de la salida del genio holandés. Dos años después, Keizer jugó el primer partido del Mundial de Alemania, el de la legendaria Naranja Mecánica. No volvió a participar en todo el torneo. Se dice que fue la venganza de Rinus Michels. Keizer se retiró en octubre de 1974, sin explicaciones. Tenía 31 años.
Se juró no volver a tocar un balón. La leyenda asegura que un nieto suyo le tiró una pelota inopinadamente y se apartó para evitar cogerla. Desapareció de la escena pública, pero no del recuerdo de sus admiradores. Uno de ellos fue Nico Scheepmaker, el primer biógrafo de Cruyff. Le preguntaron quién era el mejor. “Cruyff es el mejor del mundo. Keizer es el mejor de los dos”, concluyó.