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La final de Copa, el fútbol español y sus mezquindades

Les cuento este, que ocurrió de veras. Un señor del sur de Tenerife invita a un amigo a la presentación de un libro. ¿Cuándo será?, pregunta el otro. El 19 de abril, dentro de dos meses. “Qué lástima. Ese día tengo un entierro”. Así es la vida: si no quieres hacer algo siempre tienes un argumento. Los aficionados al fútbol somos gente con argumento. El principal, no nos gusta el equipo contrario y, como suele decir el amigo Roncero, queremos que pierda hasta en los entrenamientos.

El enfrentamiento Madrid-Barça (y viceversa) es una de las sales del fútbol español: los madridistas no querrían ver ganar a los barcelonistas en la vida. Y menos aún que ganen en su campo, aunque jueguen contra el Alavés. Ese día en que el Barça juegue contra el Alavés, que no se juega en abril, como aquel entierro, sino en mayo, cuando la Feria del Libro, todos los madridistas serán del Alavés. Yo seré del Barça. Pero es que sería del Alavés si el oponente fuera el Madrid. Así es la vida, nada la cambiará porque para eso habría que cambiar la esencia de la afición al fútbol, que no es otra que esa que proclama Roncero.

Dicho esto, hay otras cosas. Por ejemplo, están la razón de Estado, las relaciones entre clubes, el decoro en las relaciones institucionales, el sentido común. El sentido común dice que una final de Copa ha de jugarse donde mejor sea para los intereses de la competición y de los equipos que se jueguen el trofeo, pues aquí, como en todo, el dinero hace la necesidad.

La reacción del Madrid (en este caso: la del Barça sería la misma en sentido contrario) ha sido como aquella del entierro en abril. Caramba, tenemos unas obras ese día en que se juega la final de la Copa. Jo, cuánto lo sentimos, habrá dicho hacia fuera el Madrid, aunque hacia adentro habrá dicho lo que (en sentido contrario) hubieran dicho los directivos del Barça: ¿El Madrid ganando en nuestro estadio un trofeo como ese? Ni de coña.

Pues con esas mezquindades anda el fútbol español. Deberían dejar que lo dirima la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría: ella lleva en Cataluña una muy difícil (ahora) operación diálogo, que tardó demasiado en ponerse en marcha y ahora no hay como limar las dentaduras. Quizá a ella le convenga intervenir: qué es esto de trasladar al fútbol el enfrentamiento a cara de perro entre Cataluña y Madrid, o entre el Barça y el Madrid, hasta el punto de hacer bailar la sede de la Copa del Rey como si con esto tuviéramos que hacer todos los años una guerra.

Si la sensatez no cobra cuerpo esta disputa tradicional se convertirá en una lamentable disputa entre distintos grados de mezquindad arbitrados en este caso por el azar de las obras al que acude el presidente del Madrid.