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El fútbol argentino es una mafia

Angelici. Descuelga el teléfono y el que contesta se cuadra. Las ventajas de ser presidente de Boca y tener muy bajos los principios. Ocurrió en 2015, pero se ha conocido ahora. Daniel Angelici llamó al jefe del Tribunal para lograr menos castigo para dos de sus jugadores (Marín y Erbes) y poder contar con ellos en el duelo clave ante Vélez (definía el pase a la Libertadores): no se hable más, merecen cinco fechas de castigo por reglamento, pero a uno le pongo tres y al otro dos, y ya te cuento luego cómo lo voy a justificar. Después marcó al mismísimo presidente de la AFA (entonces Luis Segura) para que presionara al árbitro de ese encuentro en cuestión: no se hable más, “quédate tranquilo que yo me ocupo, si ese día el hincha número uno no tengas dudas que soy yo”. Los audios de esas conversaciones (quién sabe por qué saltan justo ahora y quién los grabó) están recorriendo las redacciones de las televisiones y los diarios argentinos. Los afectados tratan de dar explicaciones, pero no convencen. “No me arrepiento de defender los derechos del club”, dice como mayor coartada el mandamás xeneize. Y añade: “No está bien lo que hice, pero es habitual en el fútbol”. El escándalo no lo sujeta nadie. Da igual que justo al mismo tiempo que sonaba la desvergüenza se llegara al esperado acuerdo para iniciar la liga de una vez, ahora el 3 de marzo. Argentina es una inmoralidad. Por cierto, Boca ganó 2-0 a Vélez ese día.

Acuña. El futbolista interminable. Arrancó la liga paraguaya y ahí sigue Roberto Acuña, centrocampista paraguayo de fuste, que militó en el Zaragoza, en el Depor y en el Elche (famoso además de por su juego porque pateó sobre el césped a un hincha del Villarreal), que ya parecía jubilado, que incluso se había pasado dos años al fútbol playa. Con 44 años, volvió a ponerse la camiseta del Ñu. Y aunque perdió 0-3 frente a Cerro Porteño (donde juega y golea ahora Nelson Valdez tras su aventura en la MLS) lo suyo no deja ser una pequeña gesta. Noventa minutos en el campo y cumpliendo. Debutó en 1988 y aún le pega en 2017. El Toro promete seguir junto al balón aún un buen rato.

Vargas. El misterio de gol más extraño del planeta (máximo realizador con su selección, incluso por delante de Alexis en el tiempo que llevan jugando juntos, y no le hace un tanto a nadie cuando se enfunda la camiseta de su club) dobla la rodilla. Eduardo Vargas, el goleador de las dos últimas Copa América, vuelve a su continente. A ver si el problema era Europa. Lo intentó en Italia (Nápoles), España (Valencia), Inglaterra (Queens Park Rangers) y en Alemania (Hoffenheim), pero nada. Ni marcaba y finalmente ni jugaba. Así que Turboman, como le llaman en Chile por su presunta velocidad, ha decidido cruzar de vuelta el charco. Ha fichado por Tigres, el último campeón de una liga mexicana que está seducida completamente por el producto chileno. Llegó y ya jugó 17 minutos ante el Toluca. Con 27 años, Vargas pone a prueba su gol en otro país, el séptimo (también militó en la liga brasileña). Quizás sea el bueno.