Caramelos por catar
El error estético, aunque fortuito (se la dejaron para que no pasara frío) fue esa chaqueta. Ese escudo en el pecho. Los ‘selfies’. El palco. Los autógrafos. Esa imagen de Sergio García en Cornellà hizo tanto bien el domingo, a modo de guinda tras el gran triunfo ante el Sevilla, como daño ahora, cuando se descarta su retorno en este mercado invernal. Ha sido como para un chaval ver un regalo de las dimensiones de una consola bajo el árbol el día de Reyes y, al desenvolverlo, descubrir una caja de zapatos para ir al colegio.
El otro error, más ético, fue del que regaló un caramelo (faltaba la rescisión por parte del Al-Rayyan) que aún no obraba en su poder, dando por sentado incluso el día de la presentación. Y no nos referimos precisamente a la prensa, perjudicada como el destinatario final del mensaje. Porque, al final, es el aficionado el que se queda sin ese caramelo que catar.
El resumen de este agridulce cierre del mercado es que, al final, la vida sigue igual. Lo cual, pasado el enojo, tampoco está tan mal. Un Espanyol que empieza a jugar de memoria, en el que triunfan los que ya estaban, como Gerard, los fichajes que sí hubo en verano y los jóvenes, que a diferencia de otros años no son testimoniales sino protagonistas. La segunda vuelta pinta a perica. Se alejó el sufrimiento, ya se ha ganado a todo un Sevilla y ahora falta la prueba de la continuidad. Ese caramelo sí se podrá catar. Y degustar.