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El vocabulario del tenis nos llegó lleno de anglicismos, que fuimos sustituyendo poco a poco y a medida que este juego pasó de minoritario a deporte de masas. (Así suele suceder en otros ámbitos: cuando el pueblo hace suya una materia, van desapareciendo los tecnicismos y extranjerismos que antes acompañaban a su léxico).

El “lob” se convirtió en “globo”; el “game” encontró el sustituto lógico de “juego”; al “smash” le decimos ya “mate”, cuando la pelota se va larga ya no gritamos “out” sino “fuera”… Y así sucesivamente. Incluso la palabra “set” (quizá la más resistente) se alterna con “manga”.

El proceso de castellanización ha avanzado mucho en ese deporte, y por eso resulta llamativo que los comentaristas actuales se saquen del bolsillo nuevos términos en inglés, en vez de sumarse a la corriente general de acudir a los recursos del español.

Uno de estos vocablos llegados en los últimos años, pero intensificado ahora en su uso, es “winner”. Por ejemplo: “Nadal ha hecho cuatro winners en este juego”.

Este adjetivo inglés procede del verbo “to win” (ganar), y significa por tanto “ganador”. Parece, pues, una traducción que no necesita de mucho cacumen.

Sin embargo, los narradores del tenis la usan como si no existiera tal equivalencia en español, o como si el término sajón añadiera algo que no tiene el castellano.

En tenis se puede ganar un tanto por acierto propio o por fallo del contrario (“error no forzado”, en la jerga de ese deporte); y la expresión “winner” describe un golpe que no ha tenido (o que no ha podido tener) respuesta del contrincante, dada su eficacia. Viene a equivaler al adjetivo “imparable” del fútbol, que se usa cuando consideramos que el disparo quedaba fuera del alcance del portero.

La locución “golpe ganador” o simplemente el adjetivo “ganador” (“Nadal sólo logró un golpe ganador en este juego”) cumplirían la misma función que se le ha dado a “winner” en inglés para el mundo del tenis. Nada impide ese uso en español.

Si se quisiera expresar con mayor rigor de qué se está hablando, nuestra lengua tiene disponible otro adjetivo, más preciso: “inapelable”. Con este término calificamos aquello que no puede tener respuesta, que carece de remedio, que es inevitable. “Nadal ha dado 40 golpes inapelables en este partido”.

El español es una lengua muy rica, y a veces quienes hacen uso público de ella parecen no conocer sus inmensos recursos.