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Gol de Alcácer

Fue un gol muy hecho, de casi todo el equipo, y él lo recibió como un regalo de la Lotería. Se lo merecía Paco Alcácer. Es un buen delantero y sufría. La sequía lo perseguía como una plaga, más difícil de sobrellevar en un equipo tan imponente. El fútbol es implacable, y de la compasión a la burla no hay más que un paso. El Barça suele tomarse a pachanga este tipo de encuentros; pero jugó con armonía, conjuntó el pasado (Mascherano, Arda) con el futuro, (Denis, Digne, Rafinha). Rafinha se vistió de Iniesta, que estaba en el banquillo. Lo hizo como si estuviera en competición de lujo, y marcó su gol, mezcla de oportunidad y arte. Al Hércules le tocaba un esfuerzo más potente que su nombre. La suerte no jugó su partido. En realidad, jugó el Barça. El Hércules se esforzó.

Un apunte final a favor de Quique Sánchez Flores, entrenador del Español. El domingo protagonizó un hecho insólito, que he guardado entre mis mejores recuerdos del fútbol: felicitó a Messi por su partido enorme con la camiseta enemiga. Se lo han reprochado. Como si él no tuviera derecho a compartir el sabor del fútbol. Los futbolistas piden autógrafo del contrario, y hasta los árbitros. El entrenador es crucificado por eso. El fútbol es hermoso, el más hermoso de los juegos. Pero cuando es mezquino también es el más mezquino.