Carlos Mayo, el ‘otro Hortelano’
Hubo una imagen en los Europeos de cross en la que se le vio a Carlos Mayo luchando por las medallas, rodeado de un belga nacido en Kenia, de un italiano nacido en Etiopía, de un alemán nacido en Eritrea y de un sueco, también de origen eritreo. Afrontó el último kilómetro sin complejo alguno. Y cuando Isaac Kimeli, el italo-keniano, se fue hacia la victoria, Mayo no tuvo ningún complejo en seguirle. Es nuestro Hortelano del cross, un atleta que compite sin complejos ante rivales de razas que en el atletismo han demostrado sus ventajas a nivel biomecánico y aeróbico. Lo serán, pero Mayo, como Hortelano, no se lo quiere creer. De lo contrario no sería atleta. Esa valentía le valió la medalla de plata en la carrera sub-23, la tercera de su recién iniciada trayectoria.
Si no fuera así, mejor dedicarse a otra cosa. La aldea global en la que vivimos posibilita que dos atletas nacidos en Kenia copen las primeras posiciones para Turquía en la carrera senior masculina, y que en la femenina suceda exactamente lo mismo. Por lo que respecta a nuestro atletismo, las últimas veces que hemos tenido un hombre en el podio de la prueba absoluta ha correspondido a atletas nacidos en Etiopía o Marruecos: Bezabeh, Landassem y Mechaal. En categoría femenina, la única candidata que tenemos a conseguirlo algún día, Trihas Gebre, es también de origen etíope. No se trata de comprar medallas, sino de aceptar la realidad de este nuevo mundo, en el que el deporte multirracial ha dejado de ser patrimonio de Francia, Inglaterra o Estados Unidos.