En muchas ocasiones hemos elogiado, con todo merecimiento, el trabajo de Simeone a la hora de preparar los partidos, esa capacidad que posee para detectar dónde y de qué manera hacerle daño a sus rivales, llegar a minimizarlos casi por completo y llevarse el gato al agua en cuanto a lo táctico.

En el último derbi liguero que vivirá el Calderón, el triunfo fue sin duda para Zidane y su cuerpo técnico. El Real Madrid salió con un 4-2-3-1. Un sistema que le otorgó ciertas ventajas en relación a lo que ofrece jugar con tres puntas cuando te enfrentas a un equipo como el Atleti. Para empezar, de esta manera se soluciona el problema en las bandas. En los últimos enfrentamientos de ambas escuadras, los rojiblancos habían hecho mucho daño al Madrid por los costados, sabiendo que las ayudas que dan Cristiano y Bale con ese sistema a sus respectivos laterales no son siempre buenas, Carvajal y Marcelo solían sufrir un “dos contra uno” casi constante.

El sábado, Lucas Vázquez por la derecha y Bale en su lado natural hicieron un gran trabajo de ayuda y no permitieron a Filipe y Juanfran profundizar ni una sola vez. De nuevo vuelvo al sistema, al tener los blancos cinco futbolistas en el centro del campo siempre había un hombre libre, Saúl y Carrasco no podían hacer ayudas en el medio porque estaban fijados con Lucas y Bale. Gabi y Koke tenían que salir a la presión por delante de línea cuando recibían Modric o Kovacic, lo que provocaba que Isco, el gran beneficiado, pudiera recibir con tiempo y espacio por detrás de dicha línea de centrocampistas. De ahí el excelente partido del malagueño, que pudo jugar en una posición más propicia para su fútbol.

Pero el sábado Zizou tenía preparado hasta el juego en largo. Sabedor de que el Atlético en presión alta te iba a impedir salir en corto en más de una ocasión, la solución era Bale, que las ganó todas, buscando a Isco y a Cristiano en la caída. Hasta en esa faceta del juego fue superior el Real Madrid. Bravo por Zidane y su cuerpo técnico por el gran trabajo.