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Normalidad de la vitamina G

Leganés siempre fue la ciudad de los pepinos. También la del monstruo (dichosa bromita) y el manicomio (dichosa Isabel II). Tres lugares comunes que los naturales de esta población llevamos tatuados en el DNI con más o menos dignidad. Ahora es distinto. Desde hace un par de meses, con el ascenso a Primera, somos, por encima todas las cosas, el hogar del Lega. El nuevo estatus mola. Tiene lustre. Como los buenos trajes que nos compraban nuestras madres cuando éramos pequeños, nos gusta lucirlos en las grandes ocasiones. La del domingo, en el Bernabéu, ante el Real Madrid, es una de ellas.

Estos días no hay alma residente en estas fronteras que no se sienta tan blanquiazul como los laureles del escudo. La efervescencia pepinera excita al pueblo. A todos menos al capitán del barco. Asier Garitano no entiende de nervios. No sabe distinguir entre citas fastuosas o partidos pequeños. Todos importan. Todos son de su liga. Es la normalidad de la vitamina G, un fármaco cargado de garitanina que calma ánimos y relativiza la vida. Fue así como el entrenador relajó a su tropa el día antes de ascender a Primera en Anduva. “Haced lo que sabéis. Sois buenos. Sois muy buenos. ¡A saco!”, les arengó en el último entrenamiento.

Ahora, 151 días más tarde, la receta del doctor Garitano sigue siendo la misma. Altas dosis de normalidad, de vitamina G, de garitanina, para asaltar al vecino galáctico, en busca ya no de un empate, sino del triunfo. No es cosa del manicomio. Tampoco Asier se cree un monstruo capaz de hacer volar a los suyos como pepinos. Es la humilde y obrera fórmula del éxito con la que ha metido a un club currante de Segunda B en el Olimpo de Primera hasta convertirlo en el único y más potente símbolo de toda una ciudad.