Catalunya, país del paripé
No hay nada tan genuinamente catalán como el paripé. Es un producto autóctono, al que en justicia debiera otorgarse la denominación de origen, porque paripés hay muchos, pero difícilmente encontraremos otro paripé como el que se hace aquí. Un país que no es del todo un país y que tiene un presidente que tampoco fue elegido en las urnas. Lo normal. En el Palau de la Generalitat, epicentro del paripé nacional, se comprometieron hace una semana los mandamases de los dos clubes a hacer una Supercopa de Catalunya digna. Se hicieron la foto, razón última de cualquier paripé, sonrientes bajó un bonito 'backdrop' que habrá costado sus buenos dineros. Todos sabían ya entonces lo que pasaría.
Pero ahí está Subíes, el presidente de la Catalana, sonriendo con esa cara de 'pa de ral'. Ha vendido todas las entradas del fiasco y está acostumbrado a tragar cada vez que Bartomeu, ese vendedor de seguros mortuorios, se pasa la competición por el forro mientras silba el Virolai. Y sin perder un ápice de patriotismo, pues Catalunya son ellos. Y el Espanyol, pues cumple, pero qué más da. Somos la minoría hereje, el eterno visitante, el 'sparring' apátrida del club fundado por Gamper, ese almogávar. Y allí estaremos un año mas, intentando dignificar la hojalata. Porque hay que estar en la foto y quedar bien, siempre, en el paripé.