La UCI forzó la máquina en Qatar
Sorprendió en su día la decisión de la Unión Ciclista Internacional (UCI) de llevar los Mundiales a Qatar, y el resultado no ha sido bueno. Era algo esperado. Qatar es un país sin tradición ni afición en el ciclismo. Su naturaleza y climatología tampoco invitan a practicar este deporte. Menos aún a que sea competitivo. Qatar ha organizado muchos Mundiales: Balonmano, Atletismo en pista cubierta, Natación de piscina corta... Salieron bien, porque los recintos permitían que con los participantes, acompañantes e invitados las gradas presentaran un aspecto razonable. También Qatar va a organizar hasta el Mundial de Fútbol, pero en este deporte se mueven masas. En ciclismo tiene su Tour, mas de escaso relieve, y en estos Mundiales se ha estrellado porque no venían a cuento.
La UCI lleva un tiempo vendiendo el ciclismo como deporte global. Su empeño es encomiable. Y, de hecho, lo va consiguiendo. Los Mundiales, que se celebran desde 1927, no salieron de Europa hasta 1974, cuando se celebraron en Canadá. A partir de entonces alternó el escenario europeo con el de otros continentes: Venezuela en 1977, Estados Unidos en 1986, Japón en 1990, Colombia en 1995, Australia en 2010 y Qatar ahora, donde se ha dado un paso atrás. Un recorrido monótono y un tanto artificial, cunetas vacías, ciclistas algo desmotivados y hasta despistados por haberles sacado de su marco y de sus fechas habituales. La UCI se ha equivocado en su afán recaudatorio y en su ansia de globalización. Cuando las cosas se fuerzan, no suelen salir bien. En 2017, Noruega.