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La lección del caso Piqué, el nuevo negocio y un antiguo oficio

Los tiempos cambian. Las antiguas redacciones de teletipo a todo trapo, repiqueteo de máquina de escribir y radios al máximo volumen anunciando noticias a redactores que bebían y fumaban (en el lugar de trabajo, se entiende, ahora lo siguen haciendo, pero fuera) se transformaron en redacciones silenciosas en las que los teletipos entraban en el ordenador, las radios se apagaban porque molestaban y únicamente se permitían televisores para ver partidos y en las que cuando alguien quiere hablar por teléfono, acaba saliendo al pasillo con su celular. Pero a ese escenario se le ha añadido un mueble más que es tan útil como perverso.

Pasar pantalla. Donde hace poco había televisores retransmitiendo partidos ahora hay unos monitores HD que explican al segundo las visitas de las noticias de la página web. Una herramienta impensable hace muy poco y con una utilidad indiscutible, siempre y cuando no pase a dominar la vida del periódico. Como en Terminator, corremos el peligro de que las máquinas empiecen a apoderarse del sistema. Viene esto a cuento porque para esas máquinas, noticias como la de Piqué el otro día son la leche y ponen al chip de turno dando saltos mortales con tirabuzón. Pero no puede faltar el factor humano del puro oficio periodístico.

Lección. Lo de Piqué, como otras no-noticias, nos perjudica, pero a lo mejor nos sirve de lección y de punto de inflexión. Hay que empezar a dejar de luchar por el clic y luchar más por el oficio. Si no reaccionamos rápido corremos el riesgo de que las Redes Sociales marquen la agenda a los que, responsablemente, tienen que ser los creadores de la misma. Los medios de comunicación no pueden ser la cámara del eco que se dedica a amplificar opiniones más o menos fundadas, cuando no aberrantes en una loca carrera del todo por la audiencia. Una audiencia gratuita, por cierto.

Oficio vs negocio. Está claro que internet y todo lo que arrastra ha destruido el modelo de negocio de la prensa tradicional que, absolutamente desubicada, trata de buscar su sitio en diversos formatos. Antes o después (esperemos que no tarde demasiado) se encontrará un acomodo. Pero esa situación jamás podrá llevarse a cabo si no se respetan unas reglas de veracidad, claridad y compromiso. Exactamente lo mismo que pasaba en la época de la linotipia. Una cosa es el negocio y otra, y por muchos años, el oficio.