El efecto Carolina ya está aquí
He empezado a ver en los parques niños jugando al bádminton. El equipo es muy sencillo: Dos raquetas, el volante y una red plegable. Me recordaba aquellos tiempos que Manolo Santana puso a jugar al tenis a toda España. Dos raquetas, una bola y una cuerda atada a dos árboles que hacía de red. ¡Y hala! A pegar raquetazos. El bádminton es menos sacrificado. Aparte del lujo de poder jugar con una red, el volante, por muy fuerte que le pegues, nunca se va tan lejos como la pelota de tenis. Estos inicios resultan muy parecidos a aquellos cuando comenzó a popularizarse el tenis, un deporte que hasta los años 70 era exclusivo de las clases más altas. Del tenis con una cuerda como red pasamos a las pistas municipales, y ahora somos una potencia.
El bádminton también era exclusivo de los países asiáticos, y ahora tenemos una campeona europea, mundial y olímpica. El efecto Carolina no ha empezado sólo en los parques, sino que también se nota en los clubes. Desde 2012, el número de licencias va en aumento. Ya, cerca de las ocho mil. David Cabello, presidente de la Federación Española también ha trabajado lo suyo. Imitando las acciones de la Federación Española de Baloncesto, que ha repartido balones por los colegios de media España, él ha llevado equipos de bádminton hasta donde el presupuesto le ha llegado. Así los niños han ido dejando de ver el bádminton como una cosa extraña. ¡Al contrario! Se trata de un juego, es divertido y, además, tienen a quien imitar. ¿Hace falta más?