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El rey de la cocina imaginativa

Isco llegó al Madrid en el verano de 2013. El club pagó por él 30 millones de euros. Una ganga si valoramos la calidad y el talento que atesora el malagueño. No olvido una exhibición en La Rosaleda ante el Oporto que le catapultó al star system. Su primer partido de Liga en el Bernabéu fue ante el Betis. Todo parecía encaminado hacia un empate decepcionante, pero en los últimos minutos metió el gol de la victoria (2-1). El Bernabéu coreó su nombre. Lo escucharon mis oídos y lo vieron mis ojos. Otros grandes de la historia del club necesitaron años para tener ese privilegio. Isco entró de pie en el Madrid. Y nos regaló dos cursos excelentes, creativos y felices. Así nació la Iscomanía...

Pero hay una realidad inobjetable. Al final y siendo analíticos, el genio de Arroyo de la Miel ha sido suplente con Ancelotti, con Benítez y con Zidane. No es casualidad. Es un futbolista de culto. Especial. Con el balón en los pies hace malabares. Si fuera chef sería el rey de la cocina imaginativa. Pero él nació para jugar al fútbol y hoy día se exige una intensidad, una velocidad de crucero y un empeño que le desbordan. Ante el Eibar la afición quería sacarle a hombros, pero terminó casi a gorrazos. Y deja la puerta abierta para su marcha. Una pena maestro...