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SANTI GIMÉNEZ

Me preocupa más el juego que Ter Stegen

Es muy probable que de no mediar la gansada de Ter Stegen en Vigo, hoy estaríamos hablando de un Barça líder gracias a una épica remontada ante el Celta. Por tanto, lo fácil es señalar a la imprudencia del portero alemán como la principal causa de que el el Barça afronte el segundo parón de Liga deprimido. Sería un error. El debate en torno al equipo debe de ir más allá del fallo individual de su portero. Para mí, lo realmente preocupante está en el juego.

La presencia de Ter Stegen en la portería es una de los escasísimos elementos que recuerdan al estilo que hizo al Barça el mejor equipo del mundo. Un conjunto que aunaba el éxito con la belleza de una forma de jugar inasumible para la inmensa mayoría de equipos. Es el alemán, junto a Sergi Roberto, Messi y las fugaces apariciones de Iniesta es lo que les queda a los que no se conforman únicamente con ganar como los demás.

El Barça está sufriendo una preocupante “realmadidización” en su estilo. Parecerse al Real Madrid es sinónimo de éxitos, de eso no hay duda, pero no era eso por lo que el Barça sacaba pecho.

El ejemplo de los tres últimos partidos del equipo de Luis Enrique habla por sí solo. Ante el Sporting, el Borussia y el Celta el equipo fue irreconocible en la creación y acabó maquillando un buñuelo de partido en base al coraje y la pegada. Algo cada vez más habitual de un tiempo a esta parte.

En Gijón se goleó gracias a dos arreones (uno de ellos en los últimos diez minutos con el rival en inferioridad); en Alemania salvaron los muebles gracias a una cantada del portero y la estrategia y en Vigo casi se consigue la remontada en virtud de un penalti y dos acciones de Gerard Piqué de un coraje más propio de la bravura de Ramos que de la elegancia del central catalán. Tres argumentos que hubiera firmado el Madrid más clásico.

Con Luis Enrique el Barça ha ganado mucho y seguramente seguirá ganando, pero siempre en base a olvidar la elaboración, el juego de posición, el control del partido y la sensación de dominio absoluto de la situación. Unas virtudes que cuando se aplicaban hacían que fallos tan groseros como el de Ter Stegen en Vigo quedaran en una anécdota y un tirón de orejas. Ahora, sirven como árbol que impide ver el bosque.