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Señor Haro: la pelota no miente

El presidente del Betis vuelve a cargar contra la ética de la Prensa sevillana al hablar de 'campañas orquestadas'.

Hubiera preferido que Ángel Haro dijera que la Prensa honrada y decente de Sevilla, aquella en la que me incluyo, no da una noticia, titula sin gracia, hace reportajes simples y sin arte o escribe peor que un niño de cinco años. Acusarnos (porque sin dar nombres acusa a todos los críticos) de montar una 'campaña orquestada' es insultar mucho más que nuestra mucha o poca pericia profesional. Es atacar a nuestra ética, a nuestra más elemental honradez como personas.

Porque imagine usted, señor fontanero del Betis, que va un cliente y le dice que le está poniendo mal los grifos adrede. Que lo hace para ganar más dinero o para que ingrese más la empresa del agua. Piense, conductor de Tussam con el carnet verdiblanco, que los pasajeros sospechan que pretende pegarse un chocazo contra el Arco de La Macarena y llevarse por delante a unos cuantos de ellos. ¿Cómo se sentirían?

Haro hace lo que hace, además, de una manera muy cobarde. En pleno parón, cuando quedan todavía 13-14 días para el siguiente partido del Betis. Me hubiera gustado que el presidente del Betis hubiera decidido insultar a la Prensa de esta ciudad dos diítas o tres antes del derbi en el Sánchez Pizjuán. O mejor aún: que lo hubiera hecho justo después. No voy a aventurarme en un resultado: dejaré que lo imaginen aquellos que hayan visto al equipo de Gustavo Poyet y conocen y/o sufren la historia reciente de este tipo de partidos.

Ésta será mi última réplica (escrita) hasta que llegue ese Sevilla-Betis. Aunque mañana el presidente del Betis vuelva a insultarme, en su Hora de la Verdad o en Radio Taxi. Voy a dejar que hable la pelota: ese juez implacable que, por encima de lo que haya publicado la Prensa durante estos seis años, ha dejado al Betis a la altura de una absoluta mediocridad que algunos (mal llamados) periodistas pretenden silenciar y otros (mal llamados) béticos preferirían que los periodistas decentes no contásemos.