De aquel frontón a este premio

La anécdota la cuenta su descubridor, Eric Olhats. Ocurrió tras un partido, cuando Griezmann tenía 15 años. O sea, dos después de dejar su casa, Macon, e irse a 800 kilómetros persiguiendo el sueño, ser futbolista, que en Francia le negaban. Olaths dijo: “Hoy no me gustaron tus lanzamientos”. Lo siguiente fue el sonido de un motor, los dos en un coche, buscando un frontón. Allí, de noche, el chico ensayó sus tiros una y otra vez. Diez años después sigue haciendo lo mismo. Puliéndose, incansable, para ser cada día un poco mejor.

Grizi, con su 1,76, ha hecho más grande al Atleti. Fue su cabezazo al Barça. O la suave caricia de su zurda en Múnich. O es, quizá, algo más sencillo: su sonrisa. Siempre con su mate, siempre cerca de Godín, su buen humor es pegamento en un vestuario: une. Yo no tengo duda: nadie como él. Lo confirme la UEFA o no, fue el mejor de la 2015-16. ¿Que falló el maldito penalti en Milán? Ya. Pero tampoco tuvo miedo, ninguno, de tirar el primero de la tanda. Y entró, vaya si entró, como si su cabeza hubiera regresado a aquel frontón para ensayarlo una y otra vez hasta que saliera, perfecto.