Neymar, el robot brasileño

Neymar logró el oro olímpico que da sentido a su carrera con la selección brasileña. El culé fue educado desde niño como futura estrella de la canarinha, moldeado casi al estilo de un robot cuya misión era decidir como lo hizo ayer en la final de Maracaná. Un golazo de falta y el penalti decisivo de la tanda fueron sus pinceladas geniales. Sólo en Brasil son capaces de inyectar tanta presión en un adolescente como hicieron con él en su día. El país en el que el balón gira más que la tierra, en el que se juega al fútbol desde que sale el sol hasta que se pone, el lugar que precisa de ídolos que hagan sonreír al pueblo.

Habían salido antes que él otros niños maravilla recientemente (Robinho, Diego…), pero ninguno como él. Acostumbrado a esa mochila de piedras sobre las espaldas, Neymar se sobrepuso a las críticas de la primera fase (le llegaron a corear el nombre de la estrella femenina Marta como burla) y al mal inicio para sacarse de la chistera un torneo que le corona como incuestionable ídolo brasileño. Para eso le cincelaron desde niño. Ese robot llamado Neymar le dio el primer título olímpico de su historia a Brasil.