Carácter en la pista y sonrisa fuera

Noticias relacionadas
Conocí a Carolina Marín antes del Europeo 2014. Su ascenso en el ránking le había colocado cabeza de serie y su caso llamaba la atención en un deporte sin tradición en España. En la entrevista contó cómo había entregado su vida al bádminton, cómo aparcó otras aficiones, sus sesiones de entrenamiento, el estar lejos de su familia... Pero todo con una sonrisa sincera en la boca. Sin embargo, en aquella joven simpática y dulce de apenas 20 años me pareció atisbar un carácter fuerte y decidido.
Conquistó aquel Europeo. Y luego el Mundial. Y después repitió en ambos. Aquel carácter que apenas se percibía fuera de la pista explotaba una vez la pisaba. Se sabía una rara avis en el circuito, y tuvo que ganarse el respeto a base de imponerse, no sólo deportivamente con duros entrenamientos, sino también en el plano psicológico que tan bien cultivaban sus rivales asiáticas. Aprendió, a veces a base de decepciones, lo que conlleva ser una pionera y cargar con el peso de un deporte que ponía en ella sus esperanzas. “He llorado y he sufrido por el camino”, aseguró tras bajarse del podio de Río y secarse las lágrimas que no pudo contener recordando tanto sacrificio. Un camino que no habría podido recorrer sin ese carácter que muestra en la pista y oculta fuera tras su sonrisa.



