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El tiempo de las mujeres

Carolina Marín oro bádminton

La noticia más importante del deporte español en los últimos 25 años, en términos sociales al menos, ha sido la incorporación de las mujeres, con un éxito rotundo en todos los planos, por número y también por eficacia competitiva. El último ejemplo de esta nueva realidad se produjo ayer en los Juegos de Rio, donde la Selección española de baloncesto derrotó a Serbia y alcanzó un puesto en la final, la primera en la fulgurante trayectoria de un equipo que había avisado de su potencial en los últimos Mundiales y Europeos.

El mismo vértigo se asocia a Carolina Marín, que significará para el bádminton lo que tantos pioneros representaron para deportes muy minoritarios en épocas anteriores. Marín disputará la final olímpica dispuesta a modificar al paisaje de un deporte sujeto a la hegemonía de las jugadoras del Este y del Sur asiático.

En ningún país europeo se ha asistido a un cambio tan radical. Durante décadas, el deporte español fue una nota a pie de página en Europa, no digamos en el mundo. Al monocultivo del fútbol se añadió a última hora del franquismo el entusiasmo por el baloncesto y la aparición de estrellas solitarias en medio del erial, caso de Manolo Santana, Ángel Nieto, Paquito Fernández Ochoa y Santiago Esteva. Si los hombres apenas decían nada en el panorama internacional —España sólo ganó seis medallas, ninguna de oro, entre 1939 y 1976, los años de la dictadura franquista—, el papel de las mujeres era casi inexistente en el deporte y sangrante en la estructura social.

Ninguna deportista española participó en los Juegos de Londres 48, Helsinki 52 y Melbourne 56. En Roma 60 participaron 11 mujeres, tres en los Juegos de Tokio 64, dos en México 68 y cinco en Múnich 72. En total, 21 deportistas en más de 30 años. Sólo una, Mari Paz Corominas, la fenomenal nadadora catalana, alcanzó la final. Fue séptima en la de 200 metros espalda en México. Corominas y su compañera madrileña Pilar Von Carstenn fueron las únicas mujeres en una delegación integrada por 122 hombres. Representaban el 1,7% del equipo olímpico español.

La judoca Miriam Blasco fue la primera mujer española que consiguió una medalla en los Juegos de Verano. Conquistó el oro en Barcelona 92, escenario y momento de la eclosión de España en el deporte y de las deportistas muy especialmente. Desde entonces, su aportación ha sido masiva en éxitos, en condiciones infinitamente mejores a los del desierto del franquismo, pero en una situación de clara inferioridad frente a los hombres, favorecidos por el espectacular crecimiento del profesionalismo.

Ha sido una batalla contra los prejuicios y la discriminación, combate todavía no resuelto en la mayoría de los ámbitos económicos y sociales, pero el avance es de tal calibre que las penosas estadísticas de la dictadura se han transformado en cifras que explican una nueva realidad: las mujeres representan en Río el 47% del equipo olímpico español y han conseguido siete de las 11 medallas que hasta ahora ha logrado España en los Juegos.

Se mantiene la tendencia de hace cuatro años en los Juegos de Londres, donde las mujeres consiguieron 11 de las 17 medallas totales. Su éxito es excepcional porque ha ocurrido en apenas un cuarto de siglo, en un país con una mínima tradición olímpica, aislado políticamente de la Europa democrática durante casi 40 años, caracterizado por la fragilísima posición histórica de sus mujeres.