Se acabó el misterio

Jemima Sumgong ganó ayer el maratón y acabó con un pequeño misterio olímpico. Las kenianas nunca habían ganado la medalla de oro en los Juegos, en contra de la aplastante lógica que se derivaba de su hegemonía. Han dominado las principales maratones del mundo desde hace 20 años, cuando sus fondistas comenzaron a aparecer en el concierto internacional con un poderío incontenible. En una especialidad que ha visto victorias de estadounidenses, rumanas y portuguesas, resultaba extraña la dificultad de Kenia para trasladar su hegemonía, sostenida por los jugosos premios económicos que se barajan en el circuito internacional, a los Juegos Olímpicos.

La producción keniana de fondistas es de tal calibre que muchas de sus mejores especialistas terminan defendiendo otras banderas, caso de Kirwa, segunda clasificada. Representa a Bahrein, uno de los estados del golfo Pérsico que se ha habituado a reclutar atletas africanos, especialmente procedentes de Kenia. Los petrodólares son irresistibles. Con Sumgong, ganadora del último maratón de Londres, comienza el festival keniano en Río de Janeiro. Será la semana de gente como Rudisha y Asbel Kiprop en el medio fondo y del formidable Ezequiel Kemboi en los 3.000 metros obstáculos, donde el dominio de los atletas de Kenia es abrumador. Sólo encontrarán resistencia en Mo Farah, que desde hace seis años no se somete a nadie en los 5.000 y 10.000 metros.

Kenia cuenta con 89 medallas en su historial olímpico, una cifra reseñable por la abundancia y por el porcentaje de oro. Sus atletas han ganado 26 títulos olímpicos, casi un 30% del total de medallas, lo que explica su dominio. Arrancó en los Juegos de Tokio 64 con el bronce de Wilson Kiprugut en los 800 metros, muy poco después de la declaración de independencia del país africano. Desde entonces la cosecha ha sido constante, a pesar de los boicots olímpicos a los Juegos de Montreal 76 y Moscú 80. El impacto fue inmediato porque Kenia encontró al atleta perfecto para fascinar a una joven nación. En el mundo de los Owens, Zatopek, Nurmi, Michael Johnson, Phelps, Bolt y compañía nunca faltará Kipchoge Keino, el atleta más completo que se pueda recordar. Ganó el oro en 1.500 metros (México 68), 3.000 obstáculos (Múnich 72) y conquistó otras medallas en los 5.000 y 10.000 metros.

Sólo siete medallas no corresponden al atletismo. Las han ganado sus boxeadores. La progresión ha alcanzado a las mujeres. Aunque su papel no es tan preponderante como el de los fondistas, las kenianas figuran entre las mejores del mundo en el mediofondo y el fondo. Irrumpieron con la plata en 5.000 de Paulina Konga (Atlanta 96) y alcanzaron el oro a través de Pamela Jelimo, autora de un año mágico en 2008. Ganó el 800 en los Juegos de Pekín y estuvo tan cerca de derribar el viejísimo récord de Jarmila Kratochvilova. En 2012 regresó para acabar cuarta en los Juegos de Londres. Ahora se sabe que las dos primeras —venció la rusa Savinova— estaban dopadas. Jelimo recibirá en breve la medalla de plata.

Kenia fascina por su profusión de estrellas del fondo, pero no escapa de la lacra del dopaje. Durante años se ha considerado que su éxito se debía a las condiciones naturales de sus atletas y a la ventaja de vivir en alturas entre 2.300 y 2.800 metros. Detrás también comienza a percibirse el problema del fraude. La federación keniana ha recibido varias amonestaciones por su escasa colaboración en la lucha contra el dopaje.