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Mireia salta al oro

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La natación, que anteriormente fue un deporte de adolescentes y jóvenes universitarios, ha modificado su perfil en los últimos tiempos. La profesionalización ha resultado esencial en el cambio. Mireia Belmonte está en la edad perfecta para acometer los Juegos Olímpicos de Tokio, en 2020. Tendrá 29 años. En otras disciplinas se hablaría de madurez y hora perfecta para alcanzar la cumbre de su trayectoria, incluso con un palmarés de gran calibre, como el de la nadadora española, que ha sumado la medalla de oro en 200 metros mariposa a las de plata en esta misma modalidad y 800 metros libres (Londres 2012), además del bronce en 400 estilos en los presentes Juegos.

Mireia representa muchas cosas, entre ellas el talento innato para lograr grandes marcas, la versatilidad para conseguirlas en varias especialidades y la perseverancia para mantener su fiebre competitiva a pesar de la escasa resistencia que encuentra en España. También indica nuevo panorama de la natación, donde cohabitan adolescentes, como la canadiense Penny Oleksiak o el fenomenal australiano Kyle Chalmers, que desafían a los mejores del mundo y a los campeones que empiezan a clausurar sus carreras con más de 30 años. Michael Phelps, 31, y Ryan Lochte, 32, son dos ejemplos.

Aunque a cualquiera le parecería muy normal que una nadadora consiga una medalla de oro con 25 años, Mireia Belmonte es la ganadora de 200 metros mariposa más veterana de los Juegos Olímpicos. Nada como ese dato explica la transformación que se ha producido en el deporte. Belmonte ha obtenido el rendimiento económico que se asocia a una deportista de gran nivel, algo insospechado hasta hace poco. Los ciclos vienen y van, pero lo normal será ver el éxito de nadadores cada vez más veteranos y más profesionalizados, razón que invita a pensar en una excelente versión de la española en los próximos Juegos Olímpicos.

Su victoria ofrece ángulos interesantes. Venció con un registro (2:04.85) cuatro décimas mejor que el de Londres 2012 y muy ligeramente inferior a los que obtuvo en el Mundial 2013 de Barcelona y el Europeo de 2014 (2:04.78 y 2:04.79 respectivamente). Son los mínimos márgenes que generalmente explican la progresión en el deporte, los que convierten el bronce en el oro y lo que significan cuatro años en la carrera de los campeones. La marca también indica el terrible efecto de los bañadores de poliuretano en aquella barra libre de 2008 y especialmente en 2009. Caen los récords de aquellos días de agua y plásticos fuera borda, pero algunos registros nos recuerdan la distancia por ahora insalvable entre aquellas marcas y las de ahora.

El récord del mundo procede de 2009 y está a cargo de la china Liu Zige, con 2:01.81, tres segundos mejor el tiempo de Belmonte en Londres 2012 y Río 2016. Es una diferencia abismal. Cuatro de las cinco mejores marcas de todos los tiempos pertenecen al Mundial de 2009. Ha costado arreglar un desaguisado que estuvo a punto de acabar con la naturaleza del deporte. No se sabía si la excelencia se debía a la destreza de los nadadores o a los particulares compuestos de goma de cada una de las marcas de bañadores. Ese mismo veneno lo inocula el dopaje.