Un verano de cantera y laboratorio

Un verano de cantera y laboratorio
Pepe Andrés
Santiago Segurola
Actualizado a

Un aspecto notable de la veraniega ICC (International Champions Cup) es que tiene clasificaciones a las que casi nadie atiende, y algún partido suspendido que no se disputará. Ocurrió en Pekín, donde tenían que enfrentarse el Manchester United y el City con menos interés por el desarrollo del encuentro —abundaban los suplentes y juveniles— que por la morbosa expectación que generaba la presencia de José Mourinho y Pep Guardiola al frente de los dos equipos.

A punto de acabar la competición, que ha reunido a varios de los principales clubes del mundo, por el torneo no han pasado la mayoría de las grandes estrellas actuales. Por diversas razones, no han jugado Cristiano Ronaldo, Neymar, Bale, Benzema, Iniesta, Modric, Kroos, Ibrahimovic, Lewandoski, Neuer y un largo etcétera de los jugadores que dan brillo a las competiciones, suben las audiencias, producen publicidad y llevan la fiebre del fútbol a todos los rincones del fútbol.

Desde la mirada del viejo fútbol, la Internacional Champions Cup ha sido decepcionante en el capítulo deportivo y sin mayor trascendencia en su prestigio como torneo. Ha sido más un escaparate para las canteras de los principales equipos europeos que un desafío en toda regla. Si al aficionado medio le importan muy poco las clasificaciones, si no importa suspender partidos, si más de la mitad de los futbolistas son casi desconocidos, se podría pensar en una competición intrascendente, un sacaperras para los clubes y un leve opiáceo para los hinchas que no resisten sin fútbol.

De alguna manera la ICC se ha convertido en una Youth League mundial, con algunas estrellas adheridas por aquí y por allá. Se supone que no era el objetivo de los organizadores y que la consideración del torneo sufriría gravemente. O la fiebre por el fútbol alcanza niveles más que infecciosos, o es difícil creer que el mundo estuviera pendiente de Maffeo, Angelinho Tasende, Banko, Julien Green, Adarabioyo, Ikone, Kimpembe (magnífico central, por cierto), Tejero, Lienhart, Marcos Llorente, José Antonio Martínez, Cámara, Mújica y el resto del nutridísimo grupo de jugadores que algún día serán populares, pero que ahora figuran como meritorios en el mejor de los casos.

Si algo ha destacado la ICC en el capítulo futbolístico es la diferente atención que los grandes del fútbol mundial prestan a sus canteras, o el efecto que tiene la estructura competitiva en cada país sobre la formación de los jugadores. Tanto el Real Madrid como el Barcelona han confirmado que sus segundos equipos disponen de jugadores de clase, algunos de ellos en posición de adherirse a la primera plantilla en un futuro más o menos cercano. En el peor de los casos, la mayoría de los jóvenes que han jugado en Columbus (Ohio), Ann Arbor (Michigan) y Dublín apuntan a buenos jugadores, la mayoría de Primera División. Es decir, como en los últimos 20 años.

Los equipos ingleses no han reparado en dinero para fichar a muchachos de todo el mundo, pero sufren por lo visto en la ICC, menos por su calidad que por la deficiente estructura competitiva de las categorías inferiores en el Reino Unido. Los jóvenes del Madrid y del Barça se han adaptado mejor a las exigencias de sus equipos que sus colegas del Chelsea y del City. La otra gran noticia en el universo juvenil es la excelente cantera del París Saint Germain, un club favorecido muy recientemente por la inyección de petrodólares, pero con proyecto futbolístico muy marcado, tanto en el primer equipo, la cantera y el equipo femenino. Ikone y Kimpembe han parecido jugadores de gran potencial.

La idea de un torneo de jóvenes promesas bajo el paraguas del nombre de los equipos invita a pensar en un excéntrico universo futbolístico, donde todo vale a costa de suministrar las dosis adecuadas de publicidad y atención mediática. Sin embargo, es muy posible que los organizadores de la ICC y los clubes estén más que satisfechos por los resultados obtenidos, no tanto por las victorias y las derrotas, o por las buenas prestaciones de algunos jóvenes.

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Este torneo hay que interpretarlo como una plataforma, más o menos soterrada, de respuesta a la UEFA. Se creó con otro nombre (World Football Challenge) en 2012 y desde entonces se mantiene vivo cada verano. Las razones de su existencia son fáciles de entender: ocupan un espacio global —se juega en Estados Unidos, Australia, China (tres países especialmente apetecibles para el desarrollo del fútbol) y en Europa—, lo dirige la empresa norteamericana Relevent Sports, que no tiene inconveniente en presentarse como una alternativa de organización a la UEFA, y reúne en buena armonía al 95% de los clubes más importantes del mundo, cada vez más atentos a generar una competición propia y repartirse el dinero al margen de la UEFA.

Más que un torneo, es un laboratorio para futuras operaciones. De hecho, el presidente de Relevent Sports, Charlie Stillitano, dio señales de fastidio con el éxito del Leicester en la Premier League. No era el típico club digno de figurar en la Internacional Champions Cup. Finalmente accedió. Los medios ingleses comenzaron a cuestionar las intenciones de Relevent Sport. El Leicester ha participado este año, pero no figura en los planes futuros de la empresa y de los principales equipos europeos.

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