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Manchester, año cero

Dicen que Manchester no es suficientemente grande para José Mourinho y Pep Guardiola, que vuelven a encontrarse después de tres años de tensión, conflictos y dramas en la Liga española. Los dos son nuevos en la ciudad. Mourinho dirigirá al United, objetivo que ha alcanzado con tres años de retraso. Se sospechó que sería el sucesor de Alex Ferguson en el verano de 2013, pero el club se decidió por David Moyes, y a casi nadie le pareció mal. Había dirigido al Everton sin demasiado brillo, pero con alguna consistencia. Y era escocés, una característica muy bien valorada en el United. Sus dos grandes referentes, Matt Busby y Ferguson, eran escoceses.

Fracasó Moyes y se estrelló Van Gaal, entrenador de cimas y valles. Por cada éxito ha conocido profundas decepciones. La sucesión de Ferguson demostró la palabrería que tantas veces preside el fútbol. Se hablaba del Manchester United como un club por encima de las contingencias mundanas. Era la principal y mejor institución de la Premier League, con una imagen de marca que parecía trascender los vértigos habituales en el fútbol. Se llegó a pensar que Ferguson fue una más de las consecuencias del excelente trabajo del club. Tres años después de la salida de su célebre entrenador, el Manchester United no parece distinto a sus competidores. Quiere el éxito, y lo quiere ya. Y en Inglaterra nadie ha tenido tanto éxito como Mourinho en los últimos 12 años.

En términos de visibilidad mundial, el City ha recorrido un camino veloz, pero todavía está a años luz del United. No ha acabado de perder el aire de proyecto algo artificial, elaborado en Abu Dhabi y concretado físicamente en los deprimidos barrios del este de Manchester. Su imponente ciudad deportiva, una de las mejores del mundo, señala la voluntad de permanencia en la ciudad. Los éxitos más o menos recientes —dos títulos de Liga en los últimos cinco años—han contribuido a generarle la respetabilidad necesaria entre los grandes clubes ingleses.

El City, primero. Se olvida con frecuencia que el City fue el primer club de Manchester, fundado por Anna Connell, la hija del vicario de la parroquia de St. Marks en 1880. Y también se olvida que tiempo atrás, en los años 50 y 60, el United de Matt Busby tenía una buena réplica en el City de Joe Mercer. Bobby Charlton, Denis Law y George Best eran ídolos en Old Trafford. Mike Summerbee, Colin Bell y Francis Lee, en el viejo Maine Road. Por cierto, Matt Busby, el hacedor de dos ediciones gloriosas del United, jugó nueve temporadas en el Manchester City.

Les fue mal a los dos clubes durante varios años. El United descendió a Segunda en 1974. El City se desplomó deportiva y económicamente. Se hundió en la Tercera y pareció convertirse en una anécdota en los años 90, los del atronador despegue del equipo de Alex Ferguson. No fue la tradición lo que salvó a los sky blue, sino el dinero. Cuando el jeque Al Mansour, uno de los personajes más ricos del mundo, decidió invertir una pequeña parte de su colosal fortuna en el City, cambió la historia del club.

A estas alturas, los dos equipos luchan por alcanzar la supremacía en Manchester —una ciudad que en su casco urbano apenas llega a los 400.000 habitantes— y desde ahí dominar el mundo. Puede que les separe el prestigio social, pero sus necesidades son idénticas. Tienen dinero, pero no tiempo para gastar. Eso les ha obligado a buscar a los dos entrenadores que han definido el fútbol en este comienzo de siglo. Uno es Guardiola. El otro, Mourinho. Apenas cabían en España. Ahora son vecinos en Manchester. Que el fútbol les proteja. Y a nosotros, también.